“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo” ALBERTO CORTEZ

Los Hauter y los Mora realmente somos una familia. Así nos llamamos y así lo sentimos. Nos conocemos desde hace más de cuatro décadas y, a lo largo de ese tiempo compartimos numerosos momentos significativos. Hemos visto a nuestros hijos e incluso a nuestros nietos crecer, y juntos hemos enfrentado las tristezas de algunas dolorosas pérdidas.

Recuerdo con cariño la primera vez que celebramos juntos, brindando con una botella de champán para conmemorar la integración que nos uniría de por vida en amistad. El encuentro fue en el antiguo restaurante "El Abajeño", aunque ya nos conocíamos, como es típico entre todos los que somos de aquí, de Tijuana, ya sea de segunda o tercera generación, como los miembros de la primera generación, a la que pertenece mi santa madre, y la idolatrada madre de mis hermanos Hauter, que partió hacia el cielo siendo muy joven.

En este mes patrio de septiembre del 2023, dos de los miembros de la estirpe cumplen años, el mayor de ellos llega a la venerable edad de 78 años, y el del medio, por la gracia de Dios, alcanza los 75. El primogénito de los hermanos amados ya se reunió con sus padres junto al creador hace algunos años. Durante los últimos 40 septiembres, hemos celebrado juntos de manera invariable, y en estos tiempos en los que cada uno paga lo suyo, ellos continúan invitándonos de manera magistral y generosa.

A menudo me toca hacer el brindis en estas ocasiones, y lo hago con honor y gratitud, expresando mi agradecimiento a la familia en su totalidad por su cariño incondicional, apoyo constante y mesa repleta de afecto. En esta ocasión, debido a compromisos laborales, no tendré el privilegio de acompañarlos personalmente. Sin embargo, el propósito principal de estas palabras es elevar mi copa por la salud, el bienestar y el amor infinito que prevalece en el corazón de todos los miembros de esta distinguida dinastía conocida como Los Hauter. Mis hijos los

llaman tíos, y sus hijos ahora también sus nietos, me entero me llaman tío. Como mencioné al principio, somos una gran familia genuina.

Nombrar a los hermanos y sus vidas no es cosa fácil. Tengo innumerables anécdotas, historias y recuerdos con cada uno. No alcanzaría esta entrega para concretarlos. Mencionaré a todos, sin desmerecer la posibilidad de contar más sobre ellos en el futuro. Los Hauter provienen de la unión matrimonial de dos seres extraordinarios: don Carlos Hauter Granville, originario de Washington, DC, y doña Sara Salazar Gandara, de Hermosillo, Sonora. De ese feliz matrimonio nacieron cuatro varones: Carlos, Arturo (Los Dones I), Alberto, a quien llamo cuñado, ya explicaré por qué en el futuro, y Alfredo, a quien llamo carnal. Cabe mencionar que don Carlos era germano-americano, por lo que algunos llaman ahora a Arturo "El alemán", aunque otros, con respeto y admiración, lo llamamos “Ruco”. El viejo adagio judaico dice: “La manzana no cae muy lejos del árbol” aquí se aplica totalmente, y los frutos de esta familia son dignos de admiración.

Carlos, el hijo mayor, era un consumado chef, antes de la invención de la ahora reconocida cocina internacional llamada “Baja Med”, en su comedor enseñó las primeras lecciones de su legendaria cocina que aún perdura gracias a Alfredo, quien es quizás tan buen cocinero como médico. Las hijas e hijos de estos cuatro hermanos, a quienes considero sinceramente como sobrinos, son una alegría. Sus características punzantes y su sentido del humor tan típicos de la familia me hacen sonreír permanentemente.

Arturo tiene dos hijos varones, Arturo (Turi) y Víctor. El primero está casado con una maravillosa familia, encabezada por su esposa, la bella “Milu”, madre de sus dos hijos. El tercer Arturo, ahora Hauter Moreno, acaba de contraer matrimonio. Alberto tuvo un hijo, Alberto “Tito”, que ahora está en la gloria del Señor, por cierto, la vida lo premió con tres hijas hermosas: Sara, Livia y Alejandra, que, entre las tres, le han regalado cinco nietos. Alfredo, por su parte, tiene un hijo varón, Alfredito, un gran golfista, y dos hijas preciosas: Karla y Karina, quienes ya le han obsequiado media docena de nietos.

Para concluir, quiero resaltar que estas letras son un sentido homenaje a toda la admirable familia Hauter. Su vida llena de bondad, trabajo arduo y rectitud es un ejemplo para las distintas generaciones que han contribuido a construir nuestro querido rincón de la patria, nuestra bendita tierra. Felicito a los cumpleañeros y abrazo a todos los miembros de una de las familias más queridas y respetadas de Baja California, especialmente de Tijuana. Brindo por la salud, el bienestar y el

amor infinito que siempre prevalecen en sus corazones. Salud, salud y más salud. Larga vida y felicidad.

Hasta siempre, buen fin.

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