"Nos van a quitar todo, así que prepárate ".

- Flavio Medina -

Después de "Los Hijos de Sánchez" del antropólogo más que escritor Oscar Lewis, de "El Padrino" del imperdible novelista Mario Puzo y de "Palabras Mayores" del genial Luis Spota, que son los tres primeros libros que leí - me gusta pensar que seriamente - entre los 13 y los 15 años. Además, por supuesto de los obligados "El llano en llamas" y "Pedro Páramo" del inmortal don Juan Rulfo ( en otras entregas he comentado sobre el impacto que me generó el cuento hecho película "El Gallo de Oro" años después con las memorables actuaciones de Don Ignacio López Tarso - Los Dones I - Don Narciso Busquets y Doña Lucha Villa - Los Dones II - ), por supuesto "El Principito" de el mágico piloto aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, lecturas obligadas durante la escuela primaria. Tiempo después, ya con más de 20 años en 1987 un día de la nada, se me apareció un libro particularmente entretenido titulado "Las niñas bien", de la implacablemente ilustre e invariablemente atrevida SEÑORA (CON MAYÚSCULAS) mi admirada Doña Guadalupe Loaeza (CDMX 12 de agosto de 1946). Exageraría si comentara que la conozco realmente, quien nos presentó hace algunos años fue mi querido compadre, Pedro Ochoa Palacio, uno de mis más célebres enlaces con el mundo cultural de México. Quien finalmente acaba de publicar su primera novela, que sin duda será un gran éxito, con el sugerente título "Y MUY TARDE COMPRENDÍ ", iniciando su presentación próximamente en Tijuana, Tecate, San Diego y CDMX hasta concluir en España en el mes de mayo, por la gracia de mi Dios Padre. Donde nos presentó, fue en el desayunador más popular de nuestra bendita tierra el

fosforescente restaurante Rivoli del Hotel Lucerna, de la apreciada Familia Kabande, a principios de este siglo. El que teclea francamente me derretí por tal honor, mi admiración por la escritora, periodista y erudita social es monumental y se lo dije de frente e inclinando la frente, besando respetuosamente su mano, lo que le provocó una sonora carcajada y unas generosas palabras que atesoro en mi corazón, expresadas con esa hermosa voz tan particular que la distingue, como a mí Santa Madre, por ronca, gutural y profunda. No voy a escribir sobre su larga bibliografía que incluye miles de columnas publicadas durante más de medio siglo en Unomásuno, La Jornada y por supuesto en REFORMA, incluidos los 47 libros que ha escrito, prefiero concentrarme en el impacto que ha significado, para el escribiente en lo particular y para nuestra generación en general. Devoré su primera entrega literaria hace más de 35 años, sin embargo los alcances sicológicos de los múltiples personajes llenos de características que nos guían permanente a un constante acercamiento autobiográfico, desnudando mentalmente a la autora con un valentía que ralla en la osadía, porque así es la permanentemente elegante Dama. Pocas son las transiciones que pueden considerarse a la altura del libro original, pasando por el guión para llegar con éxito felizmente a la pantalla grande, como sucedió con la película de "Las niñas bien". Gratamente me sorprendí por lo bien acabado y mejor logrado a lo largo de toda la cinta, la maravillosa protagonista, la espléndida primera actriz Ilse Salas, nos sumerge en su mundo, en ese mundo, de forma por demás magistral, gracias a un precioso y atinado elenco desbordado de grandes excelentes histriones, pero como bien señala mi compadre Ochoa, "y muy tarde comprendí ", el porqué de lo agraciado del film, al enterarme que fue la propia Doña Guadalupe la que fue adaptando y concretando cada detalle durante la filmación, se observa, se nota, se siente su mano preciosa. De la propia Familia Loaeza y Tovar, tuve igualmente el privilegio de conocer y tratar a su finado y fino hermano Don Enrique, con el que conviví siendo el excelentísimo señor Embajador de nuestra gran Nación en la hermana Republica Dominicana, varón de trato exquisito, con el que disfrute varias comidas además de cenas entre los años 2008 y 2009, lo

recuerdo con un gran cariño, por su gallardía, simpatía y erudición. Finalmente para concluir, quiero enfatizar que estas breves letras que decidí publicar fueron después de una afortunada llamada telefónica, donde pude saludarla y las escribo con el corazón en la mano, rezando además constantemente por la salud en mejoría de una de las mujeres más notables que ha dado México en las letras, donde la sinceridad ha sido su valor descomunal, su objetiva proclama, y sobre todo su entrega total a lo más sagrado que es la verdad en favor de la Patria, brindo y brindaré por usted bella SEÑORA, junto con mi amada GEMY, por su salud, salud y salud por NUESTRA NIÑA BIEN.

Hasta siempre, buen fin.

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