Hace más de medio siglo el poeta turco Orhan Veli escribió los siguientes versos referentes a la que considero la ciudad más bella del mundo: Estoy escuchando a Estambul, con los ojos cerrados / un yali con sus embarcaderos sombríos / con la embriaguez en su cabeza de antaño / bajo zumbidos de vientos sureños ya calmados / estoy escuchando a Estambul, con los ojos cerrados. La mezcla de aguas inimaginables y esplendorosamente oceánicas y del río que circundan la ciudad de Estambul es la esencia más pura de su riqueza. Estando ahí tuve la oportunidad de recorrer las aguas del Bósforo en un yate privado que, dicho sea de paso, su costo es muy accesible inclusive comparado con el precio que habría pagado en México.
Navegar las aguas de ese mítico río, escenario marítimo de batallas pasadas y presentes, es una experiencia de vida realmente indescriptible por la multiplicidad de sensaciones que se generan y se quedan en el corazón hasta la eternidad. Entre el Mar Negro, el Mar Egeo y el Mármara [que significa entre mares], se encuentra el río más hermoso que el escribiente ha visto en su vida. No pretendo ni quiero exagerar, sin embargo, más allá de los otros ríos que he tenido la oportunidad de navegar como el Sena, el Támesis, el Duero, el Misisipi, o el Ámstel que tienen su justo lugar y valor en mi memoria, el Bósforo tiene por el momento un lugar especial en mi corazón. El recorrido que hice de más de 25 kilómetros y alrededor de tres horas es inolvidable, pues el mundo se paraliza y los recuerdos llegan a raudales, digamos que sesenta años de recuerdos pasaron en 180 minutos.
Desde el río pude observar un puente inauditamente plano como una tabla, construido con técnica y técnicos japoneses; las banderas rojas con su símbolo maximalista de política y religión, que orgullosas posan por todas las partes; las nuevas y modernas edificaciones en medio de construcciones centenarias perfectamente resguardadas; a la distancia además se admiran las miles de mezquitas que deslumbran espectacularmente el entorno, concluyendo con el embarcadero donde se encuentra la zona hotelera más exclusiva de Estambul, accesible para cualquier visitante en medio de la exquisita cortesía Turca. Es muy probable que los turistas que pasean por esta tierra representen lo más granado de cada región desde la Patagonia hasta la congelada Alaska, pasando por la totalidad de Europa, incluida la profunda África, la misteriosa Asia y algo del indescriptible Oriente. Pero la elegancia de los varones y la belleza de las acompañantes resultan deslumbrantes, les detalló un solo ejemplo.
Al aterrizar en Turquía la tarde del cuatro de junio e instalarme en mi más que maravilloso hotel THE STAY, recomendado por mi querido casí hermano David Saul Guakil, cuyos padres tuvieron a bien nacer en esa gran nación. Así, una vez que me puse mi mejor traje partí a recorrer las inmediaciones y, para variar, al sentarme en un coqueto restaurante italiano donde por cierto la pluralidad de razas y culturas estaba representada por parejas impresionantes, mujeres hermosas, otras más con burkas muy serias, las lenguas diversas abarrotaban el lugar, los hubo también con generosos escotes y diseños de mujeres del “jetset”, de hombres de negocios, de todo un poco que se sumaba para acrecentar la imaginación, pues resulta tan rica la cultura universal.
En el restaurante, como suele ocurrirme, me abordó una pareja que era realmente tan atractiva como joven. Les calculé escasamente apenas veinte años de edad a ambos. La sorpresa que me llevé, al iniciar la plática ya sentados en mi mesa, para compartir el postre con una botella de champán que me permití invitarles, resultó altamente aleccionadora como mayúscula por la charla tan ilustrativa: Ivanka de 26 años es una dama de nacionalidad rusa y de descendencia judía, hija de una familia pudiente; su madre es una científica muy reconocida y su padre un pintor de talla internacional, lo que les permitió salir de Rusia al día siguiente de iniciado el conflicto bélico con Ucrania, lo dijo, cabe aclarar con lágrimas en sus ojos; ella misma es una artista cotizada de nivel mundial a pesar de su juventud.
Por otra parte, Ilia, pareja de Ivanka, es un bielorruso igualmente bien parecido en su figura de joven galán, idéntico al inglés Daniel Craig mejor conocido en la actualidad como el último agente 007, Bond, James Bond. A sus escasos 29 años, Ilia, igualmente con una riqueza personal resuelta en su calidad de músico y autor, viven un romance apasionado. Su cobertura económica se los permite como novios al iniciar este complicado periplo que los obliga a saltar de país en país cada 30 días por cuestiones migratorias. Ambos diariamente rezan por sus familias que permanecen en las regiones afectadas por el conflicto bélico y que están en constante peligro. En la juventud y entereza de ambos encontré miradas afectadas por los ataques que sufren, por desgracias, por sus respectivos orígenes. Pero, sinceramente, tanto ellos como el escribiente deseamos con todas nuestras ilusiones y esperanzas que la situación culmine pronto. De este tema, estoy seguro, que los seres humanos oramos permanentemente para que culmine pronto tanto esta diferencia bélica como todos los del mundo. Antes de despedirme deseo obsequiarles estas sabias líneas del gran Dostoievski: “Al hombre sólo le gusta contar sus problemas; no calcula su felicidad”. Los conmino a revisar cada aspecto de sus respectivas vidas para llegar a ser felices totalmente.
Continuará…
Hasta siempre, buen fin