En la columna anterior sobre las apasionantes historias de nuestra parte de la Península, nos quedamos en la breve, pero intensa serie de encuentros que tuve con el Señor Gobernador Don Roberto de la Madrid Romandia, dos presenciales como testigo y uno directamente sentado en su oficina personal, ubicada en la calle Guanajuato, dentro de la colonia Cacho ( o Madero, como invariablemente me corrige mi amada GEMY ). Todavía era el titular del ejecutivo estatal, cuando me senté frente a él, acompañado de mi Papá, era el año 1980, mi hijo mayor Carlos Francisco acababa de nacer, la cita era para cerrar un trato, mi progenitor insistió que yo debería hablar y concluir exitosamente el trámite. Francamente a mis escasos 17 años me parecía apabullante, la operación consistía en rentarle un local, más bien una bodega de 800 metros cuadrados, que tenía en la misma calle donde despachaba, la renta sería por 2,000.00 ( Dos mil dólares ) mensuales, el escribiente firmaría el contrato por 24 meses, adquiriendo todas las responsabilidades, obviamente con el aval de mi Papá. Muy serio Don Roberto se me quedó viendo diciéndome formalmente que si entendía la dimensión del compromiso, la responsabilidad que implicaba, además de los alcances legales, que podrían afectar gravemente a mi fiador, e incluso manchar la añeja amistad con toda la familia, solo acerté a poner un garabato en el contrato, asintiendo asustado con una inclinación de cabeza. Desde muy pequeño me educaron para ser serio, formal, pero sobre todo respetuoso; enfatizo, muy respetuoso, me platican que desde niño, era entre travieso y simpático, con la sonrisa a flor de piel, aunque invariablemente formal, de formas. También me enseñaron que no soy superior a nadie, sin embargo tampoco soy inferior de ningún prójimo, que todas y todos somos iguales. Recuerdo con un profundo cariño a mi tío Rodolfo Richard Gonzales, que constantemente repetía la máxima ....” A los inferiores como superiores, y a los superiores como iguales “, yo le preguntaba con mi voz de infante, “ Tío quiénes son los superiores “, el replicaba con una monumental intensidad, “ Superior!!, solo DIOS!! “. Así que respetuoso hasta la médula, siempre he sido, en alguna

ocasión me dijo mi máximo mentor, “ Carlos, tú más que educado o formal, eres muy respetuoso, porque te gusta respetar, pero sobre todo que te respeten “, nunca lo había pensado o sentido así, pero creo que le asiste toda la razón, rara vez se equivoca. Así pues, ese día de mi primer trato de negocios, no fue la autoridad que tenía la figura del Señor Gobernador lo que me impresionó o me pude amedrentar, entiendo que no era la intención, solo era una forma de educación, particularmente de mi amado progenitor y una lección de vida pura. El espacio lo manejé por un poco más de dos años, instalamos una planta de vidrio emplomado, que a la postre me enseñó además de la formalidad del trabajo, la alta responsabilidad que implicaba pagar en ese orden, la nómina que era sagrada, la renta, que también lo era, además, ya se imaginaran, Queridas Amigas, Apreciados Amigos, Admirados Lectores, la luz, el gas, impuestos y ese largo camino que implica el aspirar a ser un empresario exitoso. La empresa, “ Vidrio Artístico de Baja California, S. A. de C.V. “ tuvo una etapa maravillosa para el escribiente, al igual que otras muy duras, los primeros meses fueron todo aprendizaje, felicidad, fecundidad y hasta utilidades con leves ganancias a repartir. No me alcanza este espacio para listar tantas enseñanzas aprendidas, literalmente con el sudor de la frente de forma humildemente orgullosa, pero quisiera apuntar algunas para dejarlas como recuerdos, que aún hoy cuarenta y tantos años después, me sacan sonrisas y alguna que otra lágrima, se las obsequio con mucho cariño, “ Papá cómo que nuestro socio es gringo, israelita y no habla nada de español, cómo me va enseñar el negocio y a fabricar vitrales “, le dije totalmente preocupado, él, como siempre, duro como es para lo laboral me contestó, “ Más vale que te dediques a trabajar fuertemente, además de aprender inglés, de otra forma no tendrás para comer y tampoco tu hijo y su Mamá “. Lee Maio se llamaba el socio industrial, me enseñó el inglés, coloquial, práctico y técnico en menos de un mes, al igual que a fabricar vitrales, cajas, soldar, armar, cortar vidrio, las herramientas, pero sobre todo a no descansar, o mejor dicho a no cansarse hasta que la tarea del día estuviera concluida en las jornadas laborales de los 10 compañeros de trabajo que para ellos era de 8 horas oficialmente y para él y para mí de mínimo 12 y hasta 15 horas, incluidos los sábados, yo por mi parte, le enseñé a hablar español y a comer tacos, básicamente, hasta que llegó la llamada, pero como para variar, esta entrega entre tanta emoción, ya se alargó, continuaremos la próxima semana.

Hasta siempre, buen fin.

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