Cuando escribo busco hacer un ejercicio de profunda honestidad, me obliga a ser franco conmigo mismo y no ser condescendiente con las opiniones que sobre el papel plasmo. Abrazo mis palabras con profundo celo y, si éstas afectan a quien fuere, no puedo decir “lo siento” porque falsearía, no puedo pedir “perdón” porque dejaría de ser honesto. Hay quienes me han dicho que por tener una columna soy un periodista. No lo soy, no pretendo serlo. Menos me interesa pertenecer a esa nueva ola de periodismo que “cuenta historias” sin novedades… algunos periodistas, con el mayor respeto, se asumen como Rockstars… preocupados por tratar de ser la noticia. Empero la corrección política está lastimando el ejercicio libertario de informar: ahora el informante no quiere ir contra la norma social… craso error generacional donde los principios son vagos y caprichosos. Walter Cronkite, el gran maestro de periodismo americano, diría al respecto: “el éxito es permanente cuando se logra sin destruir tus principios”… habría que definir esos principios y agregarle valores.
en noviembre, su mes. 14/Nov/36 – 23/Nov/06
Creo haber leído todo lo publicado por Miguel Ángel Granados Chapa, pluma y voz sin igual del periodismo mexicano a quien debemos frases inolvidables que calan en lo más profundo del corazón como: “Hay quienes se ufanan de comer con los políticos, es cierto, y exhiben su cercanía con funcionarios porque con eso quieren advertir que ellos, los periodistas, también son importantes”. Saco presto, y no de lana, a varias medidas. Hago aquí un breve paréntesis y confieso que no conozco tanto como quisiera a Don Roberto Zamarripa, lo habré saludado en un par de ocasiones cuando era vecino de oficina de Don René Delgado. Igual numero de veces he hablado con él por teléfono celular para solicitarle algún tipo de información. Pero menciono al maestro Zamarripa porque la semblanza que escribió acerca de Don Miguel Ángel Granados Chapa, en su aniversario luctuoso, fue simplemente magistral. Por ello, con la mayor admiración, retomo su título.
Tuve contacto con “el Periodista” autor de Plaza pública seis veces en mi vida exactamente: cuatro llamadas telefónicas (por teléfono convencional a nuestras respectivas oficinas), todas en el primer lustro de este siglo; y nos encontramos igualmente en un largo desayuno en el Hotel Camino Real de Polanco en la Ciudad de México en febrero de 2010; y nos reencontramos en una cena inolvidable en el mes de abril en el Centro Cultural Tijuana del mismo año. Es la primera vez que escribo de un mismo Don en una segunda columna y realmente no es que me faltara información, datos, conocimientos, anécdotas como de otros tantos personajes. Sin embargo, hay personalidades de la vida de México que bien merecen la pena hacer un estudio profundo de su existir profesional bajo cualquier pretexto. Del “Periodista” escribí hacia 2012 y a la par una columna dedicada a la figura de Don Julio Scherer, ambas en el Semanario Zeta. Hoy que lo recuerdo, fueron los dos personajes nacionales de las primeras que publiqué con un atrevimiento vívido.
Para mí, Granados Chapa, era un hombre de ideales como diría Manuel Buendía y lo parafraseo: “deseaba servir a su país con los recursos del periodismo… con los ideales a flor de piel y sobre todo bien pensados”. Prohombres como “el Periodista” con su desaparición se agigantan y se vuelven inmortales. Alguna vez escuché decir a una de las mejores periodistas de mi generación que no le gustaba que se fueran los periodistas y los escritores, porque no existe con quien sustituirlos. Hasta cierto punto, tal vez, tiene razón. Las partidas de Octavio Paz, Gabriel García Márquez, José Saramago, Carlos Fuentes, Germán Dehesa, Jesús Blancornelas, Vicente Leñero, Julio Scherer, Carlos Monsivais, Luis Spota y una larga lista hasta llegar a Granados Chapa, dejan vacíos imposibles de llenar pero también abren ventanas hacia el futuro, con su legado.
En los últimos 10 años, he tenido la enorme oportunidad de escuchar y leer infinidad de anécdotas de Don Miguel Ángel, de su vida personal, de sus creencias, de su vasta seriedad, de su papel en la radio y su gran amor por la UNAM. También he escuchado otro tipo de discursos que cuentan las rencillas y diferencias que tuvo con titanes como don Lorenzo Servitje, o los desacuerdos respetuosos con Leñero o Scherer. También descubrí las historias acerca de la contienda electoral en su natal Hidalgo, además de su participación en la fundación de instituciones electorales. Lo que no sabía, o más bien desconocía, es que aún en sus confrontaciones, era tan elegante como pulcro y tan gallardo como fino.
El gran escritor y periodista de televisión estadounidense, Edward R. Murrow, declaró en alguna ocasión que: “Es bueno recordar que la libertad a través de la prensa es lo primero. La mayoría de nosotros probablemente siente que no podría ser libre sin los periódicos, y esa es la verdadera razón por la que queremos que los periódicos sean libres”. En este sentido, Granados Chapa, deseaba esa libertad pura y absoluta que sólo encontraba con su pluma y esa voz interna que era crítica pura y fuego que perdura en cada artículo releído a la fecha. Pocas son las mentes que mantienen la ecuanimidad y la objetividad para disentir, “el Periodista” era un maestro para delinear las faltas y los desaciertos pero con nítida verdad y sin groserías. Después de todo, las groserías son de quien las lanza y no de quien las recibe.
Otra cosa que desconocía totalmente y me permite repetir un viejo axioma judaico: “ la manzana no cae muy lejos del árbol”, es que sus hijos Luis Fernando (+) y Tomas (otrora editor de Hoja por Hoja y hora de Grano de sal), contaron con sendas plumas que están a la altura del patriarca. Con su artículo No extraño a mi Padre, Tomas Granados, nos hace recordar y llorar a quien le dio vida. Él retrata no sólo a “el Periodista”, si no también al formador y educador que, como cabeza de familia, sembró y logró maravillosos frutos. Es evidente mi debilidad por el periodismo y por quienes lo ejercen con la sabiduría, objetividad, limpieza, valor, elegancia y dignidad como la que promulgó durante todo su apostolado Don Miguel Ángel Granados Chapa. “Es la última vez que nos encontramos”, recordando su ultima publicación… a Don Miguel Ángel donde quiera que se encuentre le mando todo mi respeto y admiración hasta la posteridad.
Gracias a Don Miguel Ángel, supe entender también esta frase de Murrow: “El lenguaje es la memoria del hombre. Sin ella, no tiene pasado, tiene un presente miserable y un futuro vacío. Con él, puede dar vida a sus sueños”. Su escritura es ahora la memoria de México y sus palabras herencia y conocimiento puro. Diez años son pocos para llamarlo inmortal y, sin embargo, lo será eternamente. En 100 años será el referente vivo de quienes desean volver a aprender lo que significa ser periodista.
Hasta siempre, buen fin