Hace poco más de tres lustros, al final de un diciembre muy especial y emotivo, comenté con un viejo conocido que aquel año, justo estaba por concluir, había sido el mejor de mi vida por una infinidad de aspectos inolvidables y a ras de piel. La respuesta que me dio me desconcertó; puedo decir que hasta la fecha no he comprendido del todo su declaración. No por falta de discernimiento, aclaro, sino por los distintos puntos de vista sobre nuestras respectivas existencias y sobre todo experiencias de vida. Así que enfático me dijo: “No gordo, que ese año nunca llegue, que cada año sea mejor que el otro y que el pasado”. Con toda franqueza, aún hoy, que está por finalizar el 2022, sigo sin compartir la declaración de mi caro amigo.
Ni va a suceder, por eso
Sin experiencia nacemos,
Sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
Ni siendo malos alumnos
Repetiremos un año
Un invierno, un verano”.
WYSLAWA SZYMBORSKA
Una vez más, gracias a mi Dios padre, estos últimos doce meses han sido en infinidad de aspectos bellísimos, por demás hermosos e inolvidables. Este año he sido inmensamente feliz y es por esto que, con este testimonio, quiero agradecerle a la vida misma, compartiendo con ustedes y todos aquellos que leen mis columnas, con lo cual me honran, estas palabras que dan ton y son a lo que siento:
mi corazón late inusitado por ella… su nombre se encierra en dos sílabas… y somos dos los que caminan… y sólo por ella este año tuvo sentido…
Ahora bien, claro que habitan en mis emociones más íntimas varios años en particular, por ser irrebatibles, por ser lo más sagrado, como los nacimientos de mis tres hijos, Carlos Francisco (1979), Miguel Ángel (1985) y David Alonso (1994). Sin ellos no sería yo más que una barcaza sin brújula, me iluminan de amor con su presencia permanente. Disfruto sus anhelos, sueños y saboreo sus éxitos con tanto orgullo. Entendí desde hace años que no existe mayor éxito que los llevados a cabo por nuestros hijos, sangre de nuestra sangre y carne de nuestra carne.
Y retomo la idea: este 2022 es ya el mejor año de mi vida… así lo confieso. Lean el porqué: habiendo nacido en mi bendita Tijuana, Baja California , en 1962; el pasado mes de abril llegué al sexto piso, lo cual celebré en distintos espacios, ciudades, sedes, países, incluso continentes. Rodeado de un desbordado cariño familiar, pero ni por mucho eso fue sin menoscabo de ninguna de las celebraciones. Declaro que lo mejor, lo más grande, lo impensable y lo inesperado fue el deslumbrante amor, sencillamente el amor, que alguna vez recitara con sus versos el cantautor argentino Alberto Cortez… y que adapto hoy: “está a la vuelta de cualquier esquina, allí, donde uno menos se imagina se nos presenta por primera vez”.
Como si de un dédalo del destino se tratara, GEMY [mi amor concentrado en dos sílabas], y yo nos cruzamos sin saberlo en la primera quincena del mes de mayo durante el recorrido del Camino de Santiago. Yo continué con mi marcha hacia Oporto y Lisboa, curiosamente de donde ella venía con un grupo de amigas en común, a las que guiaba a la ciudad fundada por el apóstol, para luego continuar hacia Madrid, donde el dios del amor nos flechó literalmente en una tarde de toros [que no era domingo], como lo escribió el maestro Agustín Lara, si no el miércoles 25 de mayo, durante la Feria de San Isidro.
Desde el pasado verano ardiente, hemos permanecido juntos, sin el menor ánimo siquiera de separarnos por un instante. No queremos separarnos, lo tenemos claro. La alegría de vivir unidos eternamente anidó tan profundo en nuestros corazones que en los próximos días nos uniremos en feliz enlace legalmente. Y valga decirlo: qué bella es la vida, qué plenitud. Vivo día tras día en un poema que despacio se llena de versos… ella es el acento en mi existencia.
Para concluir, deseo detallar una serie de acontecimientos que vuelven las líneas apuntadas arriba incandescentes al enmarcarlas en lo que será por lo pronto “el mejor año”. Mi amada madre llegó a los 80 años, pletórica de energía; mi adorado papá a los primeros 86, cuando siguen celebrando los 61 años de casados. Mis cuatro nietos crecen sanos a pasos agigantados. Tristemente, también con el año, se nos adelantaron mi hermano y cuñado, Jaime. Y también partió mi tío Carlos. Sé que, desde el cielo, ambos, nos llenan de bendiciones, especialmente a mi hermana Karina y a mi tía Gloria. Por ellas también todos los días rezo y pido porque pronto encuentren la resignación.
Termino agradeciendo, abrazando, a mi máximo mentor por su apoyo, soporte y guía desde hace más de dos décadas y al creador del universo le ruego por la paz, amor y consuelo para las mujeres y hombres de bien en nuestra amada tierra.
¡FELIZ, ESPLENDOROSO Y DICHOSO 2023!
Hasta siempre, buen fin
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.