Qué labios y qué ojos. Su voz es tan salvaje que enchina la piel de quien la escucha cantar. Invariablemente cuando hace algo es, sin comparación, la mejor, la más grande, la más exitosa. Doña Barbra Streisand, a quien admiro profundamente desde mi niñez, cuando empecé a seguirla aún sin tener edad para comprender su calidad y alcances, menos su vena o genialidad, es sin duda un ángel del cielo pero con pasiones mundanas y eso la hace irresistible.
Realmente es así, es una mujer excepcional, una artista, en infinidad de matices, incomparable. Más allá de títulos de divas o estrellas, la señora Streisand es superior. No hay nadie en su liga, con el mayor de los respetos para tantas damas cantantes, actrices y ese largo universo que ella domina a cabalidad y sin el menor ánimo de comparar.
En plena batalla electoral norteamericana reapareció como una explosión cósmica para poner en su lugar al impresentable (me encanta la palabra) de Donald Trump, declarando: “El líder del mundo libre está destruyendo los pilares de la democracia, como la libertad de expresión, la libertad de religión, la libertad de prensa…”. Y lo hizo también cantando como la mejor de su género en el último siglo. Don’t Lie To Me fue el título de la poderosa melodía que conmovió al mundo entero y con la que desenmascara a un −nuevamente− impresentable Trump, que se vio obligado a contestarle con alguna de sus torpes e inaudibles palabras; y el débil alegato del presidente sólo sirvió, obviamente, para hacerla más querida, más popular, por valerosa, directa y frontal.
Escribí líneas arriba que desde sus primeros éxitos y logros monumentales empecé a seguirla, al igual el mundo entero. Cuando recibió su primer Oscar, por Funny Girl en 1968, la vi siendo apenas un infante de seis o siete años. No la olvidaré jamás, sin duda dominó a Omar Sharif. Poco después la vi en Hello Dolly y, sobre todo, disfruté The Way We Were. En esta última me enamoré de ella, de la mujer, más que de la actriz o intérprete; me enamoré de sus principios y valores personales. Deseaba vivir ese mundo como el que ella disfrutaba en la cinta, en ese idealizado universo de los incipientes caminos de la libertad literaria.
Con su segundo Oscar por A Star is Born realmente me entregué a ella, más que una mujer hermosa es una figura brillante. La inconmensurable lista de sus éxitos cinematográficos es infinita, sólo agrego tres largometrajes más con Yentl (donde fue todo), The Mirror Has Two Faces (nuevamente hizo todo), y finalmente, quizá su entrega más dura, cruda y poderosa The Prince of Tides, donde llega uno hasta la idolatría por el personaje de la célebre psicóloga que reanuda la vida y desnuda dolorosamente la infancia de su atormentado paciente del que se enamora con locura.
Con todos los premios posibles, la glamorosa cantante, con más de 200 millones de álbumes vendidos, tiene un inalcanzable palmarés de reconocimientos y galardones para citar: dos Oscares, nueve Globos de oro, diez Grammys, 5 Emmys, un Tony honorífico, el Peabody, la honrosa medalla Kennedy, así como la medalla de La legión de Honor. La mística cantante, compositora, actriz, productora, directora, guionista, humanista, filántropa, hija favorita del Pueblo de Israel, que nació en Brooklyn, Nueva York, el 24 de abril de 1942, tiene la edad de mi amada madre y el signo zodiacal del escribiente.
Demócrata por convicción, a punto de llegar a las ocho décadas de vida, sigue siendo un grandilocuente ejemplo de lucha por la sobrevivencia dentro del establishment estadounidense, donde sólo los más grandes, como ella, pueden estar en la cúspide dando la batalla por la verdadera libertad, que es la del espíritu.
Bravo, bravísimo. Bravo por doña Barbra, la más fulgurante estrella del universo musical de los últimos tiempos.
Desde sus labios les dejo aquí estos versos:
Busca la bondad en todas partes
Y cuando la encuentres sácala de su escondite
Y deja que sea libre y sin vergüenza
Descubre en todas las cosas lo que brilla y está más allá de la corrupción
No seas inferior a ningún hombre ni a nadie que desaparezca
Recuerda que cada hombre es una variación de ti mismo
En el tiempo de tu vida vive