“Pedro Páramo, es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aún de la literatura universal“.
JORGE LUIS BORGES
En una antigua librería, en pleno corazón de Guanajuato, el pasado 29 de enero, experimenté la monumental fortuna de encontrarme, o mejor dicho, reencontrarme, con Don Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (1917-1986). Al iniciar la revisión de los viejos anaqueles en busca de obras de José Agustín, quien acababa de fallecer, y de quien ya tengo en mi poder "La Tumba" y "Ciudades Perdidas"; me reencontré con la obra de Rulfo. Para mi felicidad literaria, durante esa intensa búsqueda me topé con "Pedro Páramo". Obviamente, no pude resistirme a adquirirlo de inmediato, devorándolo literalmente en menos de 2 días. Gracias a esa relectura surgieron en mí grandes e inimaginables remembranzas que no recordaba de mis primeras lecturas, hace más de cinco décadas.
En mis escritos, suelo hacer referencias a mis libros favoritos, aquellos que marcaron mis primeras lecturas desde la escuela primaria, incluyendo algunas que fueron obligadas. Entre ellos destaca el inmortal maestro Juan Rulfo. Sin embargo, lo que acabo de releer me impactó profundamente, quizás debido a mi edad, a punto de cumplir 62 años ante mi Dios Padre. Pero, sobre todo, me sorprendió la sencillez de la elegancia con la que Rulfo no desperdicia una sola palabra, expresando todo con una claridad apabullante. Francamente, no recordaba su obra de esta manera; seguramente en esos años no tenía la capacidad de discernimiento ni la experiencia necesaria para comprender sus magistrales alcances.
A lo largo del tiempo, se han analizado diversas anécdotas e innumerables leyendas en torno al memorable escritor, quien cuenta con pocos libros para muchos y los suficientes para otros. No obstante, el siempre genial y simpático filósofo, Juan Villoro, comparte algunas afirmaciones de críticos literarios que se burlaban de la baja producción del maestro Rulfo después de la publicación en 1953 de "El llano en llamas", su primera obra maestra. Estos críticos expresaban comentarios como: "Sí aquí está este excepcional libro, la buena suerte, la puntería de Juan, pero fue solo eso, suerte". Le insistían para que publicara nuevamente, más con el propósito de criticarlo, argumentando que sería imposible superar la
calidad del primero. De esta manera, tendrían la oportunidad de destrozarlo y acabar metafóricamente con él, aprovechando su naciente fama y mayor prestigio. Seguramente, ante estas provocaciones, el maestro Rulfo pensó: "Está bien para acallar a estos despistados, publicaré otro libro, quizá superior al primero, para que me dejen en paz y finalmente me respeten".
Un par de años después, Rulfo, emulando precisamente a Mozart (me gusta pensarlo así), con la mente extraordinariamente especial de los iluminados conectados con el cosmos, según asegura mi adorado papá, en 1955, deslumbra al universo literario con la aparición de algo inédito e inaudito por su grandeza, en medio de tantos trabajos literarios de la mágica obra "Pedro Páramo". Realmente, este logro resulta único. En otras manifestaciones visuales, el propio Juan Villoro explora los ejemplos de las voces, tanto vivas como muertas, de las almas que habitan en la Cómala de Rulfo. Aquí, Juan Preciado se va perdiendo en la búsqueda incesante de su padre, llevándonos a paraísos demoníacos con historias entrelazadas de amor y horror. En conclusión, se trata de un clásico que perdura para aquel que lo descubra, ya que nunca pierde su vigencia, incluso tras la desaparición terrenal del autor, consolidándose hasta la posteridad.
Posteriormente, en algún momento, algo o alguien lo persuadió, me imagino, para escribir un tercer libro hacia finales de los años 50, que se publicó en 1980, y la obra final es simplemente un compendio de los cuentos que escribió a lo largo de casi medio siglo. El título de este libro es "El gallo de oro", y para el escribiente, representa un símbolo de la mejor narrativa literaria trasladada al cine vernáculo mexicano. Fue dirigido por Roberto Gavaldón, con contribuciones en el guión de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Además, cuenta con las entrañables actuaciones del magnífico triángulo (en todos los sentidos) compuesto por Lucha Villa, Ignacio López Tarso y Narciso Busquets, quienes lucen francamente magnificas. Por supuesto, el fondo musical cuenta con la participación del ídolo de Guanajuato, José Alfredo Jiménez. Como olvidar a la Caponera, mujer más que un alma perdida, un símbolo de la pasión salvaje de México.
La obra de Juan Rulfo, pues, se presenta desde su aparición como un viaje literario fascinante a través de paisajes desolados y almas atormentadas. Su habilidad única para tejer narrativas complejas y evocadoras ha dejado una huella imborrable en la literatura latinoamericana. Rulfo no solo es un maestro del realismo mágico, sino también un agudo observador de la realidad rural de México. A través de "El Llano en Llamas", sus cuentos capturan la crudeza de la vida en el campo, ofreciendo una visión auténtica y conmovedora de la lucha diaria, la pobreza y la resistencia ante las adversidades. Rulfo debe estar presente en las lecturas escolares obligatoriamente, su obra es cultura, tradición y poesía, que hace falta hoy en las aulas cada vez más conquistadas por las tabletas.
Para concluir con este sencillo, pero muy sentido homenaje con sentimientos profundos de honra para la posteridad, a 38 años de su partida de este mundo, sinceramente le agradezco a nombre de sus millones de lectores, maravilloso maestro don Juan Rulfo, gracias eternas por sus letras tan vivas y vigentes como su ilustre memoria guardada con cariño en nuestro corazón y sobre todo en nuestros pensamientos que hace vibrar aún con sus vividas y fosforescentes páginas doradas.
Hasta siempre, buen fin