Vaya forma tan sublime de iniciar el año. Hoy, precisamente hoy a las 6:30 pm de este naciente 2023 frente al mar en Acapulco Vidanta , mi casa laboral durante las últimas dos décadas, generare los sólidos cimientos de mi nuevo hogar con mi GEMY. Hurgando sentidamente dentro de mi esencia perdidamente enamorada me encontré con este prólogo que lo encierra y enarbola todo mi sentir. Se los dejo, Queridas Amigas, Apreciados Amigos, Admirados Lectores y particularmente Amada Familia, como testimonio de mi incomparable felicidad.

PRÓLOGO

La vida de un hombre feliz

La primera vez que me reuní con Carlos fue en The Capital Grille de la Ciudad de México . Llegué media hora antes de nuestra cita sin saber cuál era el motivo de la misma, recuerdo que llevaba un libro [La cucaracha de Ian McEwan], bajo el brazo para leer mientras esperaba. Aquella fue de las pocas veces que le gané en puntualidad. Un par de semanas previas al encuentro recibí, a las siete treinta y cinco de la mañana, un mensaje que hasta la fecha atesoro: “Buenos días, maestro Hinojosa, soy su servidor Carlos Mora Álvarez , vicepresidente de relaciones institucionales de Grupo Vidanta, necesito hablar con usted cuanto antes; los directivos de El Universal me dieron su teléfono”. Lo primero que hice, exaltado, al leer el mensaje tan matinal, fue pensar en la columna de opinión que publico, a veces áspera. ¿A quién ofendí?, me pregunté. Supuse, luego de unos instantes de preocupación, que no era nada grave pues me habrían marcado de inmediato del periódico. Le contesté sin más, pensando entonces que se trataba de algún acuerdo comercial para Confabulario, y me puse a sus órdenes. Más tarde, ese mismo día, hablamos por teléfono y pactamos nuestro encuentro.

Cabe señalar que, durante aquella llamada, se portó como siempre lo hace, con esa amabilidad que nutre de confianza a sus interlocutores. Pero en su voz notaba asombro y me preguntó, por lo menos un par de ocasiones, si en verdad mi lugar de procedencia era Tijuana, me lanzó un par de buscapiés que tomé en el aire. “Sí” … contesté… “Pues me dará mucho gusto conocerlo”, recalcó. “El gusto será mío”, atiné en decir y colgamos. De la gran cantidad de temas que abordamos al teléfono no ahondaré, sin embargo, me quedé en silencio reflexionando acerca de la improbabilidad de esa charla, por las cosas increíbles que planteaba.

Pasaron los días, la fecha pactada para la reunión se adelantó por semanas. La tarde de nuestro encuentro hacía bastante viento, lo recuerdo bien. Carlos arribó, corpulento tal cual es, y sin saludarme dijo con esa voz que jamás pasa desapercibida, imponente: “¿Y tú quién eres?”. A lo que contesté, no desconcertado, pero curioso por la falta de formas que aprende uno en la Ciudad de México: “Usted me llamó”. ¿En qué puedo servirle?”. Luego de eso rompió el hielo con su habitual sonrisa. Hábil político, como lo es, llevó la conversación hacia donde quería y debía. Pronto, por ser ambos de Tijuana, comenzamos a tener puntos de referencia que fueron templando la conversación.

Ese encuentro fue definitorio en muchos sentidos. La reunión se dio gracias al ingeniero Daniel Chávez Morán , hombre generoso a quien le agradezco infinitamente haberme brindado la oportunidad de conocerlo, en principio, a través de Carlos, y luego de viva voz unas semanas después, correspondiendo siempre a los gestos de gran sencillez, honestidad y amistad que ha tenido conmigo. Ambos encuentros, debo decirlo, marcaron mi vida y hasta la fecha pienso que el destino fue muy generoso con quien escribe estas palabras. Jamás pensé que la escritura, menos como dramaturgo [género tan complicado] y aprendiz de ensayista/columnista, podría brindarme una oportunidad de vida.

Un par de semanas más tarde de nuestro primer encuentro, pude conversar con Carlos acerca del trabajo en sí, de mis preocupaciones y proyectos. En ese tiempo, él presentaba por doquier sus libros de los Dones I y II . Ambas publicaciones narran, desde su particular punto de vista, la existencia y obra de diversos personajes del mundo. Así, pronto, surgió una amistad que nos llevó a intercambiar crítica política, social, literaria y cinematográfica. Nos entendimos bien porque además de compartir el amor por una sola tierra, los referentes culturales, aunque de generaciones distintas, se conjugaban a la perfección: si él me lanzaba dos referencias, le contestaba con tres, hasta que uno terminaba por rendirse. La verdad es que siempre me tiene a prueba.

Quienes no conocen a Carlos Mora Álvarez no tienen idea de la gran capacidad inventiva que posee. Lo mismo crea, concreta y define proyectos al por mayor. No es para nada, lamento quitarles el velo, el “gordo” chistoso opíparo y sibarita. Es un hombre de rigor que llegará hasta las últimas consecuencias para lograr un objetivo pactado. Así pues, un día cualquiera, luego de haber pasado toda una tarde en el bosque con mi hijo Santino, tomo el teléfono al llegar a la ciudad y me encuentro con más de una docena de mensajes de Carlos. “Voy a ser secretario de gobierno de Tijuana , podrías ayudarme a sacar un par de temas, con dos días basta”. Arribé a mi ciudad y los dos días se tornaron en un año y medio de aventuras políticas, intrigas, traiciones, llantos, vituperios y todo aquello que haría sentir orgulloso a Ian Fleming, el creador de James Bond. Nos divertimos bastante, sin perder la seriedad que conllevan las responsabilidades. De ese viaje político me quedo con la amistad de un sinnúmero de seres maravillosos.

Nunca antes conté con la confianza plena de nadie. La “confianza”, se sabe, se construye día con día y atraviesa, como todas las cosas, un proceso de madurez que lleva años. Nuestro autor te otorga su confianza desde el primer instante y dependerá de ti perderla o cristalizarla. Es un buen ser humano y generoso que, como todos, tiene sus formas, manías y arranques, sí es un hombre explosivo a su manera, pero nada que no pueda manejarse con cierto conocimiento de las causas. Si yo aprendí a decirle: “No a tal o cual cosa… No me presiones y no uses mayúsculas [a lo que siempre contesta con un: ya, ya, ya…]”, ustedes también pueden. Cuando trabajamos juntos, en el XXIII Ayuntamiento de Tijuana , los equipos me llamaban angustiados para calmar o intentar entender qué necesitaba y cómo el señor Carlos. “Sólo no hagan que repita las cosas y es un pan de Dios”, siempre contesté eso, por decir cualquier cosa, y me reventaba de risa, en silencio, al verlos angustiados.

Este señor es un hombre feliz, de eso no tengo duda, ama profundamente a Carlos Francisco, Miguel Ángel y a David Alonso , sus hijos, de quienes está verdaderamente orgulloso, los nombra con profundo respeto y admiración. Cuida a sus padres; les otorga un lugar especial a sus hermanos; y sus amigos se sientan por igual a la mesa para compartir el pan y la sal. Tiene un supremo sentido del deber, de la lealtad y no duda en darte lecciones de golpe, pues la vida jamás espera, es salvaje y a veces no te deja siquiera agarrar aliento para seguir adelante. Su sentido de la legalidad es inusual en un mundo como este, algo insólito. Jamás estira la mano y desconfía de quien otorga de más.

Crónica de viajes y romances es una obra muy al estilo Norman Mailer , desparpajado pero serio, con un punto de vista crítico que subyace a la dulzura o aparente ingenuidad que pareciera poseer el autor. Él sabe qué escribir, cómo y cuándo. No es un tipo de agendas maquiavélicas, pero sí un pensador con pulso que mide con sus escritos el sentir de quienes lo rodean… y sabe perfectamente quién lo lee. Si algo le he aprendido es que debemos leer a todos y todo. El trabajo de quienes escribimos análisis político y cultural versa sobre cómo afinar la hermenéutica de la vida sociopolítica de México y en ese tema nuestro autor es un experto.

Romántico y enamorado de la vida, Carlos, construye este libro con piezas clave: está presente su familia, el amor ahora como un acrónimo pasional: Gemy, desaten ustedes las palabras; los viajes, la política, el buen beber y todo aquello que lo ha caracterizado como un personaje único en la vida política de Baja California y de nuestro país. Como nota al calce, hay quienes se molestan porque no pueden controlarlo, no pueden medirlo, no pueden acorralarlo. Pero como él mismo dice: “no respondo a ninguna agenda sino a la del deber que tengo para la gran y generosa empresa que le ha dado de comer y estudios a mis hijos”.

En repetidas ocasiones ha confesado nuestro autor que le habría encantado estudiar comunicación o periodismo. De ahí su pasión por la escritura, su amor por los medios. Escribe porque tiene una necesidad espiritual por empuñar la pluma, aunque abuse de los “maravillosos” e “imponderables” adjetivos. Este libro, es otro más que terminó de fraguar en su vida, un peldaño en la historia de un hombre destinado a crear, ayudar, pensar y renovarse durante su existencia. No conoce los límites porque hierve de amor hacia los demás y como muestra su preocupación honesta por las problemáticas migratorias que no abandonan a México.

Escribo estas palabras, lo confieso, con el único objetivo de que Carlos no me haga hablar más en las reuniones… llegado el momento dejaré de asistir si continúa con esa práctica.

A ti, querido autor:

Te agradezco de todo corazón lo que has hecho por mí, por toda tu confianza y cariño. Dejo aquí constancia de que eres un hombre pleno de conocimientos valiosos pero que tu temperamento inquieto luego te gana y hay que regresarte al punto de arranque. Conmigo, por lo menos, siempre has mantenido un canal de comunicación abierto para decirte que sí o no a las cosas, fueran sencillas o graves.

Estoy seguro de que este libro tocará la sensibilidad de quienes lo tomen en sus manos. Por otra parte, dejo testimonio de que el destino del autor será fascinante y lleno de bendiciones. También pienso que Carlos es un hombre que se debe a México, que el país tendría en él a un magnífico gobernante. Cuando un hombre es feliz, cuando las pasiones más pedestres no dominan por completo su espíritu, puede llegar a ser un excelente líder para su pueblo. A México le hacen falta hombres de trabajo que conozcan la generosidad. Tanto Carlos como yo tenemos un ejemplo a seguir, su nombre ya apareció en estas líneas escritas.

Bienvenido sea este nuevo libro de reencuentros con el mar, los desiertos y los bosques, una publicación que encierra una parte de la esencia del mundo mismo.

Para el Gran Maestro, Compadre, Amigo, Hermano, Hijo putativo, Excelso Escritor, Profesor incansable y sobre todo LEAL ( con MAYÚSCULAS, aunque me regañe invariablemente ) y honesto guía hasta la médula, mi agradecimiento eterno por su bendita y plena amistad.

Hugo Alfredo Hinojosa

Hasta siempre, buen fin.

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