“Mi definición de liderazgo es la siguiente: se trata de tener la capacidad y la voluntad de unir tanto a hombres como a mujeres hacia un propósito en común, además de tener un carácter que inspire confianza”, sabias palabras del Mariscal de Campo inglés Bernard Law Montgomery, dictadas durante la Segunda Guerra Mundial. Para mí es una declaración de principios, consejos sabios, de un personaje que vivió al borde del abismo durante un período álgido de la historia de la humanidad y que, simplifica, como debemos mantener una visión clara del universo que nos rodea al afrontar los obstáculos de nuestra existencia individual y grupal.
La semana pasada escribí acerca del trabajo que llevé a cabo hace dos décadas en la CONCANACO, experiencia maravillosa que me propongo continuar narrando. Según recuerdo con singular alegría, fue en el hermoso estado de Colima, en el recién inaugurado Hotel Karmina, imponente y majestuoso cuando, en el mes de febrero del 2001, se instaló el Consejo Directivo entrante de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo.
Aquella fue una convivencia inolvidable, un despertar profundo de los sentidos, y las responsabilidades inmediatas. Para mí, entre tantos acontecimientos y sentires, uno de los más importantes era que, por primera vez, la Confederación sería dirijida por un bajacaliforniano, específicamente un tijuanense (quien esto escribe), como director general, con monumentales retos por resolver, como lo comenté en la primera entrega de esos días gloriosos.
Eran tiempos de una evolución y revolución necesaria, CONCANACO – SERVYTUR no pasaba por su mejor época, aún así, los que estuvimos implicados en esa responsabilidad para redirigir el rumbo del organismo lo hicimos con entereza, disciplina y sin aspavientos. Sin embargo, ante el reto de la gran empresa, pudimos constatar que la noble voluntad de los integrantes, cámaras, los consejeros, directivos, otras organizaciones en sí mismas y, particularmente, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), fue esencial para que, todos unidos, compartiendo los mismos ideales, lograramos sacar adelante a la institución hermana que forma parte fundamental de la vida económica del país.
Gracias al trabajo de toda una generación de mujeres y hombres, se dieron negociaciones respetuosas, que estuvieron encabezadas por las tres instituciones que dan título a esta y a la anterior entrega, igualmente se contó con el apoyo incondicional de CANACINTRA, como también tuvimos la oportuna intervención de los presidentes y los directores generales de las cámaras de comercio de la Ciudad de México, Puebla, Monterrey y Guadalajara; por supuesto, logramos la voluntad colaborativa de los titulares de CONCAMIN y del CCE, damas y caballeros de respeto absoluto, sin duda alguna.
Así pues, el ejemplar desempeño que demostraron principalmente los 12 líderes de cada uno de los organismos que conforman el Consejo Coordinador Empresarial, los siete que cuentan con voz y voto: Asociación de Bancos de México, Consejo Nacional Agropecuario, Consejo Mexicano de Negocios, Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, Coparmex, Concamin y Concanaco; además de las instituciones invitadas de forma permanente: Canaco de la Ciudad de México, Canacintra, Asociación Mexicana de Intermediarios Bursatiles, Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, todos generosos organismos gracias a los cuáles la Concanaco recuperó su asiento en la Comisión Ejecutiva, saldó sus pendientes económicos con el gobierno federal y, sobre todo, demostró la gran madurez de sus miembros para darle tranquilidad, integración y estabilidad a la confederación a lo largo de las últimas dos décadas.
Tal como lo comenté en la columna pasada, refrendo mi sentir. Se avizoran tiempos de cambios. Pronto en la iniciativa privada se leerán movimientos necesarios y obligados que trazarán nuevas rutas no sólo de las industrias y comercios sino en todo nuestro país a lo largo y ancho y del norte al sur. Al renovarse recientemente las dirigencias de las dos principales confederaciones de la industria y el comercio del país, y además durante el primer trimestre del próximo año se llevarán a cabo las elecciones dentro del Consejo Coordinador Empresarial. Estoy plenamente convencido de que los actores de la política nacional y de la iniciativa privada actuarán con la seriedad, ecuanimidad, sensatez y respeto que estos cambios requieren, institucionalidad sin más que indiscutiblemente brinda decoro a las estrategias que marcan el rumbo de nuestra gran nación.
Nuestro presente, este hogar en el tiempo que habitamos, amerita gran entereza, las empresas mexicanas lo demandan. Debemos con madurez dilucidar nuestro momento histórico donde debe prevalecer, en cada instante, el entendimiento y el diálogo hacia el interior de los sectores empresariales, para que se establezcan los mecanismos necesarios bajo los cuales, tanto el gobierno como las empresas, continúen fortaleciendo los lazos de amistad y fraternidad sobre la que se fundamenta el Estado Mexicano.
La renovación política e ideológica actual, que reporta y deberá aportar, por todas las vías el bienestar de nuestra sociedad es labor de todos, lo repito, de todos, el futuro no conoce de limitaciones. Mas de 30 millones de mexicanos y mexicanas votamos por un cambio y una gran transformación en cada una de las vidas de los más de 125 millones de compatriotas que lo merecen por nacimiento en sus respectivas esencias y desean una ejemplar nación como la que se está consolidando con las reformas que el gobierno ha emprendido de forma histórica al transformar, para la posteridad, la vida de millones de seres humanos, a los que meritoriamente la administración actual ha prestado su mayor atención, polarizar no es la vía del cambio profundo, dejo ese compromiso para todos nosotros, el bienestar general sólo se alcanzará con la agudeza, la honradez, la fortaleza, la entrega y la valentía de quien hoy ocupa la principal oficina de Palacio Nacional y tenemos la obligación histórica de acompañarlo para bien de México y de quienes lo amamos.
Hasta siempre, buen fin.