“Éramos pocos y parió la abuela es una expresión que se emplea en aquellas situaciones en las que ocurre algo malo y las cosas empeoran de manera inesperada” (significados.com, 17-02-21).

El pasado 29 de diciembre de 2020, en una mañanera, el presidente afirmó que “no más apagones” y, sin embargo, la terca realidad que no atiende razones políticas, buenos deseos o estrategias electorales se esforzó por exhibir la verborrea discursiva del gobierno de la autollamada 4T.

No es nueva la debilidad estructural del mercado energético nacional que durante más de 70 años estuvo controlado por monopolios estatales hasta la reforma energética de Peña Nieto. El modelo estatista fracasó rotundamente y ahora se le quiere rescatar con una modificación legislativa alegando que la descentralización del mercado y la competencia son el origen de los retrasos y la corrupción que carcome a PEMEX y CFE. Hay muchas causas. Una de ellas es la negación al cambio de las estructuras burocráticas.

Todas las voces racionales -nacionales y extranjeras- han criticado la propuesta presidencial de contrarreforma energética y se pone el énfasis que lo importante debiera ser el consumidor y la dotación regular de un servicio público indispensable para la productividad y el bienestar de las familias. El argumento de la seguridad nacional es baladí en un esquema de integración regional avanzado -la autosuficiencia es un argumento absurdo- y lo que importa realmente es que seamos capaces de consolidar un modelo de participación pública-privada, con base en energías limpias, que garantice el abasto energético en una economía de crecimiento acelerado esperable.

El actual gobierno en lo suyo. Dar batallas contra molinos de viento que confunde con gigantes y que acaban destrozándole la indumentaria, la compostura y la imagen. Nadie mueve al presidente de su convencimiento que la ruta de confrontación con todos es la correcta y que esta vía lo conduce a una verdadera transformación de la sociedad. Se olvidan de lo inmediato y que lo primero es que la economía funcione a pesar de los múltiples inconvenientes y corruptelas.

De ahí, lo delicado de la guerra contra los “ventiladores que afectan el paisaje natural”, contra la generación de energía eólica, declarada en marzo del 2020 por el presidente en su paso por la Rumorosa, es que se cancelan una de las alternativas reales de energía limpia.

Si bien es cierto, la solución en el corto plazo a la creciente demanda de energía no son las fuentes alternativas, estas si ayudan a que en el largo plazo se reconfigure un modelo más respetuoso del equilibrio ecológico y más barato con base en el aprovechamiento del avance tecnológico y la competencia económica. Sin embargo, la mirada del gobierno de la autollamada 4T está puesta en el pasado y en sus intereses político-electorales clientelares con los líderes de los trabajadores de las empresas productivas del estado que son los principales afectados por la llegada de competidores a los monopolios públicos.

Es evidente que no todo es ventaja en el esquema descentralizado de generación de energía eléctrica y es necesario fortalecer y consolidar las instancias supervisoras y reguladoras respetando su autonomía técnica y financiera, específicamente, los órganos reguladores coordinados en materia energética que deben ser los garantes del desarrollo equilibrado del sistema de generadores y distribuidores, de los actores públicos y privados.

En el proceso de regreso a lo que existía -un modelo estatizante sostenido con subsidios- y un repudio a todo lo que sea competencia se han ido acumulando serios problemas de operación agravados para la creciente desconfianza de los inversionistas ante el comportamiento agresivo del gobierno contra sus intereses.

En este momento, hay un gran rezago en el mantenimiento de las redes de distribución por la reducción del presupuesto destinado a este fin y la cancelación de contratos, que son algunas de las causas del primer apagón y el incendio en el metro de la Ciudad de México. También afecta la contención de la inversión privada con capital de riesgo en el mercado energético como la falta de explotación de gas en la Cuenca de Burgos. Estos elementos muestran un panorama desalentador en el que los apagones serán más frecuentes.

Y cuando vuelva a parir la abuela, como sucedió con el segundo apagón por las nevadas intensas en Texas, entonces se recurrirá nuevamente al expediente del fantasma del neoliberalismo corrupto y entreguista de los recursos de la Nación.

Da pena ajena la Secretaria Nahle tratando de justificar lo injustificable: en dos años de gobierno, no se hizo nada para crear instalaciones de almacenaje de gas, se detuvo los proyectos de energías limpias, se hostigó a los inversionistas y el esfuerzo se concentró en las refinerías. Lo único cierto para ella es que lo sucedió demuestra que el camino es volver a un pasado fracasado y que se reafirma que a la contrarreforma energética no se la cambiará ni una coma.

Socio director de Sideris, Consultoría Legal.
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