El presidente López Obrador en la mañanera del 28 de diciembre, el día de los inocentes, declaró que “… ya hicimos (el gobierno de la autollamada 4T) una reestructuración de deuda para que en el 2025 el gobierno que llegue, pague la mitad de intereses de deuda de lo que nosotros pagamos cuando entramos al gobierno" y prometió que convocará al secretario de Hacienda al Palacio Nacional para que lo explique un “día de estos”.

30 millones de votos llevaron a la presidencia al “Peje” como los fifis, conservadores y corruptos motean al presidente e irónicamente llamaron pejelandia al espacio que habita en su palacio recreado por su séquito que no se atreve a contradecirlo. Todavía hay entre quienes le entregaron su voto, quienes creen que cumplirá con sus promesas de campaña y a pesar de que esto no ha sucedido.

López Obrador se comprometió a que en los primeros seis meses de su gobierno se podría caminar por las calles con la seguridad que lo hacen los habitantes del primer mundo, que en tres años se gozaría de servicios de salud similares a los que reciben los habitantes de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Canadá y que se tendría un país con un crecimiento económico de al menos 4 %.

¿Cuál es el sustento de esas promesas? Ningún elemento fincado en la realidad económica y política. Todo el discurso es una narrativa hueca basada en la imagen que se ha forjado de sí mismo, suficiente para que todavía la mitad de la población lo considere buen gobernante, pero que no es suficiente para modificar el rumbo de los hechos, ni para que haya resultados en la acción de su gobierno.

¿Cuáles son las cifras que permiten razonablemente concluir que los intereses que se pagarán por la deuda serán menores en los próximos años? Ninguna. El techo de endeudamiento ha aumentado en los últimos cuatro años de medio billón de pesos a 1.1 billones de pesos que hace un total de casi 4 billones del 2019 al 2023 , es decir, cuatro veces el valor del Fobaproa . El 90 % ha sido deuda interna y el 10 % deuda externa, lo que disminuye el riesgo en caso de devaluación y amortigua el impacto del aumento de la tasa de interés en el ámbito internacional. Según las cifras de Hacienda, la deuda pública en 2018 representaba el 45 % del PIB y en 2022 el 48 %, esto sin considerar lo proyectado para el 2023.

La estructura y el monto de la deuda pública no se ha modificado sustancialmente y la tendencia es a la alza. La SHCP informó que el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público, que es la deuda neta total aumentó en más de 2.5 billones de pesos de 2018 a junio de 2022.

El incremento del gasto público tampoco apoya la declaración presidencial. En 2023 se programó un incremento del 11 % real del presupuesto federal con un aumento del déficit, que necesariamente debe cubrirse con deuda pública. El costo de la deuda subió en 2022 de 0.8 a 1.1 billones de pesos. La tendencia de ambas erogaciones es hacia arriba y la falta de una reforma tributaria no prevé el aumento de los ingresos fiscales con lo que el déficit presupuestario será mayor en los próximos dos años.

Las tasas de interés promedio (CETES-TIIE) rondan el 10 % y con expectativas de que sean mayores en 2023 y el pago de la deuda interna, que representa el 90 % del total, se calcula con base en éstas. Por lo tanto, es previsible que aún sin un incremento de la deuda pública el servicio de la misma aumentará en los próximos años hasta que termine la inminente recesión internacional.

En documentos informativos de la SHCP ha expresado que lleva a cabo un proceso de reestructuración de la deuda negociando las fechas de vencimiento de la misma y alargando los plazos de pago después del 2025 con lo que pretenden disminuir esta carga presupuestal los próximos tres años. No hay datos oficiales que permitan pronosticar que la reducción será permanente o estructural, antes bien todo lo contrario.

Más gasto sin financiamiento tributario, mayor déficit fiscal, más deuda pública, mayores tasas de interés y un panorama económico internacional recesivo. ¿En qué se funda el optimismo presidencial? Esperemos los otros datos del tercer secretario de Hacienda de este sexenio para saber si estamos ante una promesa más de las que conforman pejelandia, que tanto aprecian los seguidores de la autollamada 4T, o si en realidad hay salud financiera para el próximo sexenio que nos haga confiar razonablemente que vamos bien y que en dos años pagaremos la mitad de los intereses de la deuda pública de los que se cubren actualmente con tasas más altas. Yo soy como Santo Tomás hasta no ver, no creer.

Investigador Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores 
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