El 20 de mayo del 2022, en El Universal, escribí sobre la alianza entre el ministro renunciante y la entonces corcholata favorita y hoy usufructuaria del bastón de mando cuatroteísta, que ahora se sabe que era parte de la cargada de la que se queja Marcelo Ebrard. El apoyo del entonces presidente de la Corte se dio en el contexto del aniversario del fatídico accidente de la Línea 12 y las fuertes críticas a la jefa de gobierno a quien tirios y troyanos acusaban de ser la responsable de los 27 fallecidos.

La primera reacción de la opinión pública ante el anuncio de la renuncia de Zaldívar fue de sorpresa y de indignación en el foro por la “flexibilización” de la Constitución que le propina un supuesto defensor de la misma por 14 años. No hay causa grave, como lo establece el artículo 98 constitucional, que le permita renunciar, como tampoco la hubo con Medina Mora. El presidente y el Senado le darán trámite correspondiente y el asunto se acabará con suma rapidez. Inmediatamente después, comenzará el proceso para el nuevo nombramiento, que tal vez ya está muy avanzado y nos “sorprendan” con el envío de una terna de candidatos en estos días para que tengamos ministra/o antes de las posadas.

Lo que es una chulada es la carta de renuncia. Esta refleja la soberbia del personaje y su aislamiento en la Corte, en donde sus ex pares deben estar más tranquilos, ya que los niveles de confrontación pública y privada ya rayaban en la intolerancia. ¿De veras fue impulsor de importantes criterios jurisdiccionales (sic)? Esto es debatible en el sentido que el trabajo de la Corte es colegiado y su afirmación sólo exhibe su protagonismo insaciable. ¿De políticas públicas? Esa no es la labor de un ministro, ni siquiera de su presidente. Hay que resaltar que no se ve a sí mismo como defensor de la Constitución, ni de la independencia judicial, que era su trabajo.

¿Sus aportaciones ahora son marginales? Esto supone que alguna vez fueron más que eso, pero en realidad esto no sucedió, ya que tuvo una presidencia fallida auto sometida a la voluntad de López Obrador en perjuicio de su dignidad y honorabilidad como juez constitucional y un desempeño marcado por la contradicción en la que sus criterios solían estar en la minoría por ser disparatados y protagónicos.

Lo más relevante de su vida como ministro fue su afición por Taylor Swift y sus “rellys en tiktok”. Otro de sus momentos estelares fue su indignación por el incendio en la Guardería ABC que fue inversamente proporcional a su silencio por los muertos de la Línea 12 y los quemados en la estación migratoria en Ciudad Juárez. Si hubiera sido congruente con su criterio de vanguardia que sostuvo en la Guardería ABC también hubiera condenado a Sheinbaum en la tragedia de la Línea 12 y al director del Instituto Nacional de Migración.

El mismo día de la presentación de su renuncia, en un mensaje fraternal, abraza a la Dra. Sheinbaum en su faceta de consolidador de la transformación de México y manifiesta que queda en espera de poder seguir colaborando, recibir el consabido hueso, en beneficio, según él, de todos y todas (sic). Suena tan falso como una moneda de tres pesos.

Su hipocresía, como lo afirmé en 2022, comprometió la independencia del Poder Judicial de la Federación y lo llevó a lo más bajo que pudo caer un ministro porque sólo le importan sus ambiciones, su propia trascendencia y los reflectores ante la opinión pública. La falta de éstos últimos es una causa grave que pudiera explicar su renuncia, pero evidentemente esta razón debiera ser improcedente, aunque todos sabemos que el Senado la aceptará como suficiente.

En el extremo circunstancial, está la ministra en retiro Sánchez Cordero que no pudo resistir el despojo cometido en contra de los trabajadores del Poder Judicial de la Federación y decidió votar en contra de la desaparición de los fideicomisos púbicos de este poder. Una sale de la querencia de la autollamada 4T y otro entra en su lugar para hacer el mismo trabajo que hizo dentro de la Corte: socavar la independencia de los jueces y magistrados y someterlos a la mayoría política.

El movimiento por la transformación pierde una, pero gana otro en el papel de legitimadores de la ya clásica frase presidencial: “No vengan con que la ley es la ley”. Con su ambición, Sánchez Cordero y Zaldívar autorizan a López Obrador para que le agregue: “porque la ley soy yo y para eso los tengo a ustedes”. Vale.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios

Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales

Twitter @cmatutegonzalez

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