Carolyn Adams, nuera del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por medio del twitter de su esposo José Ramón, aclaró su situación laboral, negó cualquier relación con la empresa petrolera Baker Hughes y narró sus vicisitudes y razones para rentar la Casa Gris, motivo del reportaje de LatinUs y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. En el mensaje se muestran las aspiraciones de una señora de clase media que busca el mejor espacio educativo para su hija de 12 años.
La nuera corrigió al suegro. Ella no tiene dinero y la Casa Gris, según su mensaje, la compró con un préstamo hipotecario y su camioneta también la obtuvo a crédito como cualquier clase mediera que pretende legítimamente disfrutar de una vida cómoda en un suburbio de una ciudad norteamericana con todos los servicios con base en su esfuerzo personal y trabajo honesto. En lenguaje del presidente, una persona que por pertenecer a la clase media es “aspiracionista, sin escrúpulos morales de ninguna índole …muy individualista, muy egoísta, muy enfocada u orientada a progresar en lo material” (El Economista, 14-06-21)
También el estilo de vida de la familia López Beltrán-Adams es un reto directo a las palabras del presidente, quien en una mañanera de agosto se lanzó contra la “clase media egoísta, clasista y racista, que a veces son peores que los que tienen más dinero y… algunos integrantes … aunque vengan de abajo, se vuelven ladinos y ya, de la noche a la mañana, son racistas … esa ambición enfermiza por lo material lleva a cometer horrores… ¿Vamos a seguir así, poniendo por delante el dinero, la ambición, el lujo barato, eso es aspiracionismo? (El Universal, 16-08-21).
En realidad la nuera parece, según su mensaje, que no tiene dinero y es una señora que pone por delante el lujo sostenido a base de créditos -una forma de vivir muy extendida en la clase media norteamericana- y que ella paga con su trabajo (el mensaje está escrito en primera persona del singular).
Carolyn Adams exige respeto a su privacidad, que es su derecho, pero no puede evitar las críticas a su estilo de vida difundido en las redes sociales por ella o su esposo, ya que ellos lo decidieron compartir y con esto hacen evidente que no comparten las palabras del presidente respecto a lo indigno que es el aspiracionismo clasemediero. Están en su derecho de disentir con el suegro y padre, respectivamente.
Entonces, ¿cuál es el reclamo social? A José Ramón y Carolyn, ninguno. El primero es un ciudadano privado (sic), que trabaja para una compañía propiedad de los hijos de un amigo del papá presidente, y otra una ciudadana norteamericana, cuya vida siempre ha sido privada en la parte que no publica en las redes sociales. Hay que señalar que es adicta a difundir sus viajes y lujos (baratos, diría el presidente). El que pudiera incurrir en conflicto de intereses es el presidente que pidió al supervisor honorario de la construcción de Tren Maya que contratara a su hijo en una empresa de sus hijos en Estados Unidos. ¡Qué embrollo!
La desilusión de muchos mexicanos, bajó la aprobación AMLO en las encuestas posteriores a la Casa Gris, deriva de la incongruencia del mensaje presidencial de austeridad republicana que sólo aplica en los bueyes del vecino. A sus hijos, parientes y amigos los mide con una vara distinta. A su canciller le tolera el uso de relojes de lujo (Rolex), a sus hermanos la recepción de aportaciones para el movimiento, a su ideólogo Bartlett sus 23 casas, a su ex secretaria de la función pública su patrimonio acumulado con privilegios y prebendas y un largo etcétera.
Salvo prueba en contrario, Carolyn Adams no ha cometido ningún ilícito conforme a su narrativa y tiene derecho a que todos la consideremos inocente y respetemos su vida privada con su marido en Houston. Ahora los periodistas son quienes deben presentar pruebas que demuestren que no difamaron a una familia clasemediera alejada de la política. De lo contario, los ofendidos por la supuesta calumnia podrán demandar la indemnización correspondiente por el daño moral ocasionado.
Aquí, el único que quedó como lenguaraz fue el suegro, quien utilizó el recurso de adjudicar a la nuera una riqueza inexistente, para lavar la imagen del hijo chocolatero, hoy abogado de inmobiliarias dedicadas a la remodelación de residencias de lujo. Hoy, como la semana pasada, aconsejo: Póngase de acuerdo y piensen bien sus historias. El pueblo es bueno, pero no crédulo.
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