La estrategia de actuar en la raya entre la legalidad y la ilegalidad, acosar al adversario (enemigo), de descalificar al que piensa diferente, atacar a las instituciones que gozan de autonomía constitucional, amenazar a los jueces, magistrados y ministros, usar frecuentemente un chivo expiatorio mediático para generar distracción, emitir acuerdos y promover leyes inconstitucionales, impulsar una austeridad anoréxica que afecta a la eficiencia del gobierno y anunciar supuestas grandes reformas que acaban en auténticos partos de los montes, impera en el espacio de comunicación política de la mañanera.

El Presidente López Obrador ha puesto todas sus baterías en la ratificación de su mandato, que es en lo que ha convertido la elección intermedia, con anuncios espectaculares y poco efectivos en el combate a la corrupción, con una consulta popular fallida contra los expresidentes, con un ataque constante al árbitro electoral, con una violación sistemática a las reglas de las campañas electorales y con un aparato de programas sociales orientado a la obtención de un voto favorable, recurriendo al más rancio, pero efectivo clientelismo político.

Todo esto lleva a que haya una opinión pública que en las encuestas muestra que el electorado padece una esquizofrenia aguda: por un lado, aprueba la figura presidencial en un nivel alto similar a sus antecesores “neoliberales” en el tercer año de gobierno y, por el otro, desaprueba la gestión gubernamental.

Este panorama explica que en las primeras dos semanas de campaña, todavía sin que hubieran debates entre los candidatos, la segunda opción en la oposición a Morena, en la preferencia al voto, creció significativamente para sólo dejarle cuatro candidaturas cómodas -dos de ellas no registradas por el INE-. La tercera semana acentúa esta tendencia. En la encuesta publicada en El Financiero (05-05-21), la preferencia electoral de Morena es del 40% frente al 50% que suman sus opositores, que si bien no implica que pierda la mayoría legislativa, sí muestra un debilitamiento de los candidatos del gobierno.

¿Qué tanto afecta en el ánimo del electorado los desplantes autoritarios del presidente? Tales como la instrucción de no cambiarle una coma a sus iniciativas, la amenaza velada a los ministros para que no declaren inconstitucional la ampliación del mandato de Zaldívar o las declaraciones en contra del INE, el Tribunal Electoral, los órganos constitucionales autónomos y candidatos de la oposición. ¿realmente preocupan a la ciudadanía? Si fuera así, entonces el principal promotor del voto útil en contra de un gobierno que volviera a obtener la mayoría legislativa es el propio López Obrador que se esfuerza en demostrar que un poder sin límites institucionales se puede utilizar para destruir, no para construir un México mejor. La democracia pierde cuando el presidente interviene directamente en las campañas electorales.

¿La destrucción institucional es el camino correcto? Esa es la pregunta que debe hacerse el elector que no está comprometido ideológicamente con el gobierno de la autollamada 4T. El voto duro de Morena que lo sigue lealmente es un tercio del electorado, otro tercio es su opositor franco y al resto es necesario que lo convenzan para obtener la mayoría legislativa porque son simpatizantes condicionados al comportamiento político del presidente y los resultados del gobierno.

En un escenario en el que desde Palacio Nacional se polariza, la estrategia de la oposición al gobierno a favor del voto útil se fortalece en la medida que la percepción social del presidente sea el de un líder extremista que sólo dará cause a las demandas de sus fieles y grupos clientelares y el resto de la población será relegada a un segundo plano. La estridencia de un gobernante suele ser castigada en las urnas, aunque su capacidad de movilización aumente.

El presidente poco ayuda a su causa, que es la obtención de una mayoría legislativa afín, en la medida que descalifica y confronta a los actores sociales, políticos y económicos, quienes recurrirán a invitar al electorado que cruce la boleta por quien no sea aliado de Morena, especialmente, aquel candidato que tenga la posibilidad real, según las encuestas, de derrotar al representante de la 4T y serán estrategas del voto útil.

Si bien es cierto, el gobierno y sus aliados todavía tienen a su favor que la esperanza por un cambio profundo y por un combate efectivo a la corrupción prevalece en algunos sectores poblacionales, los mensajes propositivos pierden fuerza cuando en las mañaneras se abre una disputa o inicia otra persecución.

Bajo estas condiciones, el Presidente López Obrador es el principal promotor del voto útil en contra de sus candidatos. ¿Modificará su actitud estridente y polarizante? Al tiempo. Quedan 29 días para la elección.

Socio director de Sideris, Consultoría Legal.
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