Con la pandemia del COVID-19, los establecimientos mercantiles, en la Ciudad de México, cuyo giro principal es la venta de alimentos preparados (restaurantes, cafeterías, bares y cantinas) sufrieron grandes pérdidas e incluso muchos quebraron con lo que se perdieron muchas fuentes de trabajo debido a las restricciones sanitarias, primero con la suspensión de actividades y después con la reducción del aforo a los locales para conservar la sana distancia.
Repentinamente, los vecinos de las colonias en que había gran concentración de estos establecimientos como la Roma Norte, Roma Sur, Polanco, Cuauhtémoc, Condesa, Hipódromo, Hipódromo Condesa y Juárez, entre otras, se percataron que en las banquetas y en el arroyo vehicular aparecieron sombrillas, mesas, sillas, bancos y macetas y paulatinamente plataformas, soportes y barreras físicas permanentes para que los establecimientos mercantiles ampliaran su área de servicio. Este fenómeno no tardó en extenderse en toda la ciudad.
El sustento político fue el programa “Ciudad al Aire Libre” para mitigar los efectos económicos negativos al sector restaurantero y en enero del 2021 en uno de los avisos en los que se daba a conocer el semáforo epidemiológico se establecieron las reglas sanitarias para la prestación de los servicios de comida preparada para evitar los contagios y en abril de ese año el “Programa de colocación de enseres e instalaciones en vía pública para establecimientos mercantiles cuyo giro preponderante sea la venta de alimentos preparados” con lo que se normalizó la “expropiación” del espacio vecinal en favor de los empresarios de ese sector. Con gran celeridad se publicaron en mayo las especificaciones técnicas.
Rápidamente, las banquetas y arroyos fueron invadidos por los restauranteros y se fijaron plataformas y soportes al asfalto con la posibilidad de crecer el espacio disponible para el negocio particular en un 75% manteniendo la sana distancia entre las mesas con lo que casi se recuperaba el aforo anterior a la pandemia.
Como era esperable las quejas de los vecinos aumentaron y obtuvieron de las autoridades y restaurantes el compromiso de que iban a cumplir con el programa “Ciudad al Aire Libre” y las especificaciones técnicas en forma voluntaria. Todo esto quedó plasmado en un acuerdo publicado el 25 de febrero de 2022, en el cual se señaló que el programa de enseres en vía pública continuaría hasta que se levantara la declaratoria de emergencia.
En enero de 2023, al parecer, todavía seguimos inmersos en la crisis sanitaria porque la ocupación de la vía pública continúa y paradójicamente los aforos permitidos regresaron a los autorizados en las licencias originales. Aquel restaurantero que tuvo la oportunidad de quedarse con un pedacito de calle lo hizo con un simple aviso y posiblemente con una “corta” al inspector vía pública para que se hiciera de la vista gorda si alguna de las especificaciones técnicas no se cumplían.
Los enseres en la vía pública llegaron para quedarse y ahora ¿quién es el guapo que acabará con el eufemístico programa de “Ciudad al Aire Libre”? El costo del uso de la vía pública es un pago único de 3 mil pesos, que en zonas como Polanco no representa ni el 1 % de la renta mensual y con este desembolso pueden casi duplicar el área de servicio. El acuerdo permite utilizar, en ciertas condiciones, zonas de parquímetros. Además, la autoridad de tránsito está obligada a retirar cualquier vehículo que entorpezca la operación de esas áreas.
Las prohibiciones de la colocación de enseres en vía pública son prácticas normales del comercio ambulante, los puestos semifijos en vías primarias alrededor de las estaciones de metro o los CETRAM, los tianguistas y, ahora, los restaurantes. Por ejemplo, no pueden ocupar vías primarias o zonas de acceso controladas o invadir carriles exclusivos de circulación de transporte público, no afectar espacios para personas con discapacidad o áreas verdes. Tampoco pueden apoyarse en infraestructura o mobiliario urbano, ni colocar bocinas, ni pantallas. Asimismo deben abstenerse de tener música, en cualquier modalidad, ni colocar plataformas o macetas sobre las banquetas y no podrán elaborar bebidas o alimentos en vía pública.
Los enseres en vía pública llegaron para quedarse y no habrá autoridad que lo evite, ni le convenga hacerlo ya que es una fuente de ingresos indebidos y aunque esto sea una virtual privatización del espacio vecinal siempre hay la justificación como el impulso de una “Ciudad al Aire Libre”. Por esto y muchas cosas más pocos creen en el Estado de derecho. Lo que fue un problema económico real ahora es una excusa para apropiarse de lo que pertenece a todos. ¿Dónde está la autoridad?
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Investigador Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores
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