El monje dominico y predicador florentino Girolamo Savonarola (1552-1498) con su dedo flamígero acusaba a los papas humanistas y a los gobernantes de corruptos y con ese discurso consiguió una gran cantidad de seguidores con su mensaje de pobreza y sobriedad y su rechazo de todo lo lujoso. Era un profeta y sus tremendistas y apocalípticas teorías fueron acogidas por un pueblo que padecía miseria.

Con la invasión del rey francés Carlos VIII a Florencia, hubo un levantamiento popular, se expulsó a los Médicis y Savonarola aprovechó el vacío de poder y constituyó con apoyo popular un gobierno despótico de emergencia. Con el poder absoluto en su mano, se dedicó a perseguir todo aquello que no le pareciese lo suficientemente decoroso o cristiano y en el martes de carnaval de 1497 prendió una hoguera enorme donde se quemaron las vanidades contenidas en cientos de libros no religiosos, espejos, maquillaje, vestidos y obras de arte en nombre de la pureza religiosa.

Estos arrebatos ideológicos provocaron su caída, repudiado por sus conciudadanos que no querían saber nada de él, ni de sus excesos purificadores, que resultaron peores que la corrupción de los Médicis.

Las elecciones en Guerrero se están convirtiendo en una auténtica hoguera de vanidades. El fuego se enciende con el estribillo de los seguidores de Salgado Macedonio “El INE va a caer” que es la expresión más extrema de las presiones que ponen en la mira de grupos radicales a as instituciones que tan trabajosamente hemos construido los mexicanos en los últimos 25 años y que ahora son objeto de los ataques de los Savonarolas post-modernos que pretenden llevar a la pira política a todos aquellos que no les concedan la razón o no se allanen a sus ambiciones o proyecto.

Además, el fuego se aviva, desde el púlpito de Palacio Nacional, en el que su inquilino, como si fuera la reencarnación del monje dominico, exige acabar con la suntuosidad del INE y se pretende ser el garante de la imparcialidad de las elecciones que corresponde a un órgano autónomo, en las que no debe intervenir por ser uno de los principales interesados en el resultado.

Otra hoguera de vanidades es el acompañamiento de Presidente de Morena en los plantones y campamentos de Salgado Macedonio, candidato sin registro al gobierno de Guerrero, en donde se reescribe la obra por Tom Wolfe (1930-2018) que versa sobre un incidente en Nueva York que refleja las contradicciones de una sociedad en la que los poderosos buscan sólo su interés y se aprovechan del cargo o la circunstancia para obtenerlo. El débil sólo es un detonador de la historia y al final queda en el olvido y la indiferencia.

La fuerza de Salgado Macedonio sólo tiene sustento en el aval del presidente. El apoyo incondicional de Mario Delgado sólo se explica porque el aparato morenista no reconocerá que se equivocó cuando no presentó el informe de gastos de los precandidatos y la sentencia ambigua del Tribunal Electoral obedece a que los magistrados no asumieron su responsabilidad y prefieren que el INE les haga su trabajo.

El INE, que es un órgano de la legalidad, debe resolver imponiendo la única sanción establecida en la ley electoral en el caso de Salgado Macedonio que es la pérdida del registro como candidato a gobernador de Guerrero. En contraste, el tribunal es competente para determinar si dicho castigo es excesivo y afecta el derecho humano a participar en los comicios y puede determinar la inaplicación de la ley.

En esta hoguera de vanidades, Delgado no puede reconocer su error, Salgado debe justificarse ante el presidente, el INE no puede torcer la Ley so pena de perder su credibilidad como árbitro electoral y el Tribunal Electoral no quiere asumir el costo político de darle la razón jurídica a los neo-savonarolas. La confiabilidad en el resultado de los comicios pasa a un segundo plano. Una auténtica hoguera de vanidades.

Hay dos hogueras de vanidades ardiendo en las elecciones de Guerrero.

Una se enciende para linchar al árbitro electoral y otra se escenifica para imponer una candidatura popular, pero con alto rechazo social, poner a prueba la autonomía del INE y del Tribunal Electoral y desprestigiar su actuación como árbitro o última instancia en los comicios del 6 de junio.

Los riesgos para el gobierno y sus aliados son que la polarización permanente y el encaprichamiento por un candidato sean rechazados en las urnas por los ciudadanos y pierda la mayoría de la Cámara de Diputados, que la elección de Guerrero se convierta en un conflicto mayor y que las instituciones resistan y confirmen su autonomía en beneficio de la pluralidad democrática.

Socio director de Sideris, Consultoría Legal
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