El senador Ricardo Monreal, en una entrevista con Oscar Mario Beteta, a pregunta expresa del periodista sobre la sucesión presidencial acelerada en las mañaneras en la que su nombre no se menciona, afirmó que eso es producto del estilo personal de gobernar de AMLO y sólo es un mensaje de que no busca la reelección, que la selección del candidato del partido en el poder será transparente y abierta y que no hay dados cargados. Con estas declaraciones pretendió desestimar cualquier otra especulación sobre el tema.
¿Quién es el tapado? Esa era la pregunta que todos se hacían en el régimen de partido hegemónico y la clase política vivía esperando las señales del Palacio Nacional para iniciar la cargada en favor del ungido por el dedo presidencial. Cuando se destapaba al que sería el inquilino de Los Pinos, los aspirantes desdeñados declaraban ante los medios de comunicación que lo importante era la unidad en torno al candidato, que no había ninguna duda que era el mejor hombre de la Revolución.
“El que se mueve no sale en la fotografía” era la frase para contener a los adelantados y Fidel Velázquez, el longevo líder cetemista, la grabó en la conciencia del colectivo político. Esa regla no escrita la rompió Felipe Calderón cuando se anticipó al presidente Fox e inició la competencia por la primera magistratura sin la bendición del guanajuatense y con un distanciamiento inicial con éste.
Hoy, quien no se posiciona en la opinión pública desde los albores del sexenio seguramente no tendrá la fuerza suficiente para obtener la candidatura de un partido (Marcelo Ebrard en 2006 y Ernesto Cordero en 2012) y si la logra, la probabilidad de ganar las elecciones será baja (Jose Antonio Meade en 2018).
En este contexto, en el que conviene hacer una promoción oportuna de los “presidenciables” para lograr el triunfo electoral, el escenario de la competencia por la presidencia ya lo montó López Obrador en las mañaneras y no invitó a Ricardo Monreal al tablado, pero, según afirmó el Senador, no son los tiempos políticos para mostrar sus aspiraciones. Una declaración propia del antiguo régimen autoritario en el que la lucha por ocupar los cargos de elección popular se daba en los pasillos del Palacio Nacional.
Lo cierto es que los grupos de presión que buscan extender su influencia en el sexenio 2024-2030 ya comenzaron la operación “tejido de candidatura” en favor de su preferido. Los personajes públicos más experimentados ya declararon que seguirán trabajando por el bien de México hasta que sean los tiempos propicios, quienes están alejados geográficamente buscan acercarse al centro de la toma de decisiones y de los reflectores y aquellos que saben que son relleno han preferido guardar silencio para no caer en el ridículo político.
En contraste, los partidos de oposición, que ya debieran estar impulsando a sus prospectos, quedaron pasmados con la jugada presidencial. La inexistencia de una figura fuerte en la opinión pública que aglutine a la alianza contra el gobierno da ventajas en la contienda al futuro candidato oficialista. El presidente sabe que el aceleramiento del proceso de sucesión será un factor de rompimiento de la alianza PAN-PRI-PRD en la Cámara de Diputados y utilizará las ambiciones personales por la presidencia para romper el frente legislativo en su contra.
Además, si el método de selección del ungido fuera el “neodedazo” disfrazado de encuesta, quienes pretendan ser el candidato de Morena sin haber sido mencionados en la mañanera deberán expresar rápidamente sus intenciones de competir, como ya lo hizo Noroña, so pena de no tener presencia efectiva en la opinión pública en 2023, que será una condición indispensable para obtener la posición de preferencia en la sucesión.
Vivimos el renacimiento del tapadismo político que es, concuerdo con Monreal, un rasgo del estilo personal de López Obrador, pero disiento en que sea un mensaje claro sobre que el presidente no busca la extensión de su permanencia en el cargo o que abandonará la política en el 2024.
La mención de los nombres de los posibles candidatos abrió un proceso de golpeteo en el que pueden acumular negativos quienes fueron etiquetados por el presidente como los representantes del progresismo mexicano. El eventual aglutinamiento de fuerzas en torno a personajes públicos distintos al presidente permitirá identificar a quien se está moviendo para sacarlo de la fotografía.
El aceleramiento de la sucesión presidencial ¿Es la táctica del divide y vencerás?, ¿es un proceso de eliminación de los posibles sucesores no adeptos al presidente? o ¿es una estrategia para que el presidente actual mantenga su influencia el sexenio entrante? Todo esto me recuerda la magistral novela de “La Sombra del Caudillo” de Martín Luis Guzmán. Quisiera equivocarme.
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