Juan José Linz, politólogo en la transición democrática española, elaboró una tipología de regímenes autoritarios. El régimen de movilización en una sociedad postdemocrática intenta generar una identificación afectiva de los gobernados con sus gobernantes a través de formas más emocionales de legitimación y para lograrlo recurren a las formas plebiscitarias de participación para asegurarse el apoyo de las masas, compensan la pérdida de libertad individual a través de una movilización controlada y efectúan transferencias presupuestales a grupos clientelares.
En contraste, en el régimen democrático de un Estado constitucional de derecho, la legitimación de los gobiernos es por resultados y cumplimiento efectivo de los compromisos de campaña medibles institucionalmente con órganos o agencias con autonomía del gobierno y de otros actores políticos, sociales y económicos. El debate público racional informado con la participación activa de los medios de comunicación conforma una opinión pública vinculada con las clases medias. La movilización sólo se realiza para ir a votar y los intereses específicos se expresan en redes de organizaciones intermedias que son cadenas de transmisión de demandas a los gobiernos en turno como son los partidos políticos, los sindicatos, las cámaras empresariales, las organizaciones no gubernamentales, las asociaciones religiosas, las fundaciones altruistas y un largo etcétera.
El proyecto de la autollamada 4T pretende un régimen autoritario con un liderazgo fuerte y un partido hegemónico al más puro estilo del populismo setentero. Esto requiere de una constante movilización de las masas con apoyo de las estructuras burocráticas, partidistas y sindicales, una permanente comunicación emotiva con el pueblo bueno, y distractores políticos periódicos como la consulta popular contra los expresidentes o la ratificación de mandato.
En este escenario, las instituciones democráticas se convierten para el gobierno actual en un medio y un espacio que se debe transitar para después reducirlo y compensar la pérdida de libertades colectivas e individuales con la esperanza de recibir una prebenda o el espejismo que genera la participación ciudadana controlada. Los informes anuales de la victoria se inscriben en esta estrategia, donde los datos verificables brillan por su ausencia y el exceso de triunfalismo en un momento en que apenas estamos recuperando lo perdido por la crisis abruma y preocupa.
Hace tres años, AMLO cerró su discurso de la noche del domingo 01 de julio de 2018, después de conocerse las tendencias electorales que le favorecían, con las palabras siguientes: “No les fallaré porque mantengo ideales y principios, que es lo que estimo más importante en mi vida. Pero también confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen presidente de México".
Sin embargo, las cifras en algunas áreas no son alentadoras. La pobreza aumentó, el crecimiento económico ha sido menor al esperado y el combate a la corrupción no ha rendido los frutos prometidos. En su descargo, hay que señalar que entre el 01 de diciembre de 2018 y el 30 de junio de 2021 se atravesó la pandemia mundial del COVID-19 que afectó el desempeño económico de todos los países, especialmente, a los llamados emergentes como México.
Sin embargo, las expectativas son menos optimistas que el informe de la victoria de ayer y el fantasma de la inflación, que todavía es un fenómeno temporal, según Carstens, se cierne nuevamente sobre nuestra economía.
Una de las promesas de campaña era que las medicinas serían gratuitas para toda la población, lo que ya es una meta inalcanzable en este sexenio, por la fallida estrategia de compra consolidada para las entidades públicas de los insumos del sector salud y la inoperancia del INSABI.
La noticia de que la ONU, a través de la UNOPS, sólo adquirió el 55 % de las medicinas, que entregarán en áreas centrales para su distribución por las entidades públicas, augura un fuerte desabasto que afectará a los estratos de la población de bajos ingresos. El punto más crítico es la atención a los niños con cáncer que se ha convertido en un asunto incómodo en la agenda de las mañaneras presidenciales.
El modelo autoritario que requiere de una movilización permanente tiene su talón de Aquiles en una sociedad crítica y demandante, integrada por individuos y colectividades clase medieras, que exige resultados a los gobiernos más que mensajes emotivos. El desabasto de medicamentos y otros temas como el insuficiente combate a la corrupción que exhiben los informes de la ASF hacen evidente la falta de un buen gobierno eficiente que rinda resultados y son el auténtico complot contra el gobierno de la autollamada 4T. En palabras del presidente, el adversario a vencer para que él pase a la historia como un buen gobernante es su engendro que se llama administración pública sometida a la ocurrencia ideológica.
Socio director de Sideris, Consultoría Legal
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