Los miércoles, cada quince días, Cristina Galíndez, Ernesto Velasco y el de la pluma, Carlos Matute, platicamos con profesores destacados que han realizado aportaciones relevantes en la administración pública contemporánea y que son reconocidos en Iberoamérica por su obra, su labor docente y su entrega personal durante décadas a la promoción y divulgación de la teoría de la gestión pública del siglo XXI.
Estamos convencidos de que la transformación de la Administración Pública, en los últimos 40 años, ha sido radical y se explica en virtud de la globalización, la evolución del Estado, la crisis de la gestión pública de fines del siglo XX y su renovación, así como el surgimiento de nuevos enfoques como el impulso a la transparencia, la rendición de cuentas, la participación ciudadana, el desarrollo tecnológico, las políticas públicas, el gobierno abierto y la exigencia de mayor certeza, confianza y combate a la corrupción.
En estos programas hemos contado con la participación de María del Carmen Pardo, Ricardo Uvalle, Enrique Cabrero, y Oscar Oszlak, todos ellos expertos reconocidos en la materia y, desde su enfoque personal, han explicado con sencillez y maestría ¿Para qué la Administración Pública? La vocación de servicio y el compromiso con la promoción del buen gobierno es el denominador común en sus trayectorias profesionales.
El pasado 31 de marzo, nuestro invitado fue Manuel Villoria, connotado académico español, especialista en temas de ética pública, recursos humanos, transparencia, integridad en la gestión pública y la buena gobernanza. Su intervención, como las anteriores, fue una auténtica cátedra en la que debo destacar la pasión de un activista (cómo él se autodefine) de la enseñanza y divulgación de la innovación administrativa como forma de contribuir al bienestar de la sociedad.
Una idea reiterada en estos programas sobre “La Administración Pública: avances y crisis” es la invitación a quienes piensan dedicar o dedican su vida al estudio o la práctica de esta materia a ser íntegros intelectualmente, no confundir los medios con los fines, y a impulsar permanentemente la profesionalización como vía necesaria hacia la acción efectiva de los órganos del Estado.
“La administración pública es un instrumento del gobierno, pero un control del poder”. Esta frase del profesor Villoria sintetiza la misión de los gestores de lo público en los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, así como en los órganos constitucionales autónomos, las entidades semi-gubernamentales, como los tribunales no pertenecientes al poder judicial o las empresas productivas del estado y los particulares que colaboran con el gobierno como concesionarios o contratistas.
Las administraciones públicas sólo sirven cuando tienen autonomía técnica y son capaces de oponer, integrando la orientación política del gobierno en turno, los principios de eficacia, eficiencia, economía, transparencia, honradez, confiablidad, congruencia y certidumbre a los poderosos tanto aquellos que triunfan en las elecciones como aquellos que acumulan muchas riquezas.
Los administradores públicos o los particulares gestores de lo público deben comprometerse con el bienestar social en dos planos: contribuir con la realización de la misión de la organización en la que prestan sus servicios y ser factor para superar la desigualdad social que aqueja a nuestras sociedades latinoamericanas.
La gestión de lo público debe ser objetiva, profesional, de excelencia, leal a las instituciones, factor de estabilidad y desarrollo, promotora de los derechos humanos, integradora, incluyente y abierta al escrutinio y la participación ciudadana, y cuando esto no sucede es alto el riesgo de fracasar socialmente en la consecución de los objetivos del desarrollo sostenible como erradicar la pobreza, poner fin al hambre y garantizar una vida saludable.
Un denominador común en estas pláticas con los expertos en la administración pública es que es imposible un buen gobierno en un régimen autoritario que menosprecie a los servidores públicos y no “invierta” en su profesionalización. El mayor reto es consolidar un aparato administrativo estatal que se adapte con rapidez a los cambios sociales y económicos constantes e imprevisibles. Se puede caer en una profunda crisis si éste se limita a obedecer ciegamente al poder o reproducir rutinas burocráticas.
Estos programas, patrocinados por el Centro Virtual de Estudios de la Gestión Pública de Sideris, están a disposición de los internautas gratuitamente en mi página de Facebook y mi canal de YouTube. Invito a mis lectores a seguirnos. Pasen la voz.
Las administraciones públicas potencializan su acción cuando profesionalizarse es una actitud compartida por sus integrantes, cuando hay activistas del buen gobierno comprometidos con su realización efectiva y cuando la sociedad entiende la complejidad de su labor y colabora con ella y exige que rinda resultados.
¿Para qué sirve la Administración Pública? Es una pregunta que intentamos responder cada quince días con expertos conocedores y apasionados de la misma. Los esperamos.
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