El juego de las sillas es un conocido divertimento infantil que se realiza en un lugar con espacio y se deben disponer las sillas en forma de círculo de tal manera que cada una esté orientada hacia afuera y que los niños ubicados fuera del círculo puedan sentarse en ellas. Se debe tener una silla menos a la cantidad de participantes.

El juego comienza con la reproducción de música alegre y los niños comienzan a girar en torno al círculo hasta que se detenga la música, que es la señal para que busquen sentarse en una silla, quien quede parado es eliminado y se extrae una silla en cada vuelta. Se realizan tantas rondas como sean necesarias para que al final sólo compitan dos niños por una silla y quien se siente en ella en la última ronda será el ganador del juego.

Las precampañas políticas -que formalmente no existen en México , lo que es un absurdo jurídico- son similares al juego de las sillas. Todos los competidores del oficialismo , las corcholatas del presidente ( Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto ) y los autoproclamados (Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña), corren uno tras del otro mientras la música suena desde palacio nacional en espera de que se detenga y busquen despiadadamente un lugar para poder continuar en el juego.

El espacio en el que se colocan las sillas es muy amplio y sólo quienes están en una posición privilegiada de poder son vistos por los futuros electores. Algunos de los posibles jugadores decidieron no participar y otros no fueron ni siquiera invitados como fue el caso de Sánchez Cordero , quien estaba apuntadísima, pero nadie la tomó en serio. Otros, como el embajador De la Fuente, hicieron como que la virgen les hablaba y no dijeron ni pío.

El tamaño del espacio lo definen las encuestas sobre preferencias electorales de los partidos políticos que miden la probabilidad de resultar ganadores en 2024 si compiten en forma separada o en alianza sin vincularlos con los posibles candidatos. En estos momentos, Morena tiene una ventaja aparentemente insuperable y la oposición dividida una derrota segura.

El juego empieza con las encuestas de opinión que miden la imagen pública de los aspirantes de los diversos partidos nacionales y el grado de conocimiento que tienen en el electorado. La ventaja es para las corcholatas del presidente que están constantemente expuestos en los medios de comunicación masiva por el impulso del poder. Sin embargo, algunos aspirantes a las candidaturas aprovechan temas coyunturales para atraer los reflectores.

Entonces, se llevan a cabo tantos juegos de las sillas simultáneos como partidos políticos con registro existen. El presidente del PAN ya empezó a lanzar a la opinión pública nombres de militantes distinguidos para que se inscriban y comenzar a reproducir la música. El PRI está hundido en sus divisiones internas y el desprestigio de sus dirigentes, el PRD está desdibujado en su insignificancia y el MC está esperando los tiempos políticos propicios.

El único adelantado, con una música estruendosa, es el inquilino de Palacio Nacional, quien pone y quita sillas, invita y desinvita jugadores, atrae la atención del respetable gozando su cuarto año de gobierno que es el pináculo de su poder, pero a pesar de ello se le cuelan personajes públicos al juego que critican su estrategia de confrontación proponiendo la reconciliación, que, por cierto, es necesaria.

El riesgo del adelanto de los tiempos políticos es que el presidente puede perder el control y sea él quien detenga la música y alguna de sus corcholatas sea eliminada al quedarse sin silla. Tres son pocos jugadores y la competencia es más despiadada. Los trapitos sucios se muestran más a la opinión pública y los pecados se magnifican. No hay que olvidar que dos de las corcholatas cargan la tragedia de la Línea 12 en sus espaldas. Además, quien ha jugado a las sillas sabe que poner demasiada atención a quien detiene la música es una estrategia errónea y siempre hay que mirar a las sillas.

Los ganadores requieren de velocidad en la respuesta y atención permanente en la música. También hacer alianzas con otros jugadores y destreza para lograr el objetivo. La imitación no es buena estrategia y, en ocasiones, el rompimiento con el organizador del juego sea más efectiva. En la democracia la competencia se promueve y en el autoritarismo quien controla acaba expulsando a todos los participantes que le estorban, como sucedió en Nicaragua con Ortega.

El juego de las sillas en la política es cruel y, cuando las instituciones se desgastan, puede ser violento. El adelanto de la sucesión presidencial reduce la concentración del gobierno en sus tareas fundamentales y afecta el bienestar social, pero una vez iniciado nadie puede detenerlo hasta que haya un ganador de la candidatura para competir en las elecciones constitucionales por la silla presidencial.

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Investigador del Instituto Mexicano de Estudios
Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales
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