Varias personas increparon al diputado del Partido del Trabajo, Gerardo Fernández Noroña por su presencia en un supermercado gourmet con precios arriba de lo normal en la ciudad de Cuernavaca y lo acusaron de hipócrita por no respetar el compromiso con la pobreza franciscana del gobierno de la autollamada 4T. El video en el que consta este incidente se publicó en las redes sociales y se viralizó.

Independientemente de que el controversial diputado tiene derecho a comprar su despensa donde quiera y le alcance, conforme a sus ingresos y su dieta le permite hacerlo en lugares no frecuentados por la mayoría de las personas a las que dirige su discurso y pide su voto, la anécdota pasó a ser un tema de las mañaneras.

Un periodista, con la jiribilla de la pobreza franciscana, lanzó la pregunta al presidente sobre la congruencia de Fernández Noroña con su gobierno a partir de sus hábitos de consumo y la respuesta fue extraña cuando promovió la economía informal con la invitación que hizo al político a frecuentar los tianguis.

El presidente tiene razón cuando afirma que en los mercados sobre ruedas los productos pueden ser más baratos. El comercio informal no paga renta, ni impuesto predial y los líderes cobran derecho de piso que reparten, seguramente, con las autoridades (corrupción). Tampoco evade el pago de las cuotas obrero-patronales del IMSS ya que suele simular auténticas relaciones laborales y las disfraza de actividades de empresas familiares o trabajadores independientes no sujetas al régimen obligatorio.

El camino más directo para disminuir la marginación y desigualdad social es la formalización de la economía y el aumento de la productividad de la misma. La competitividad, que es un mandato constitucional, de las empresas se afecta profundamente cuando una parte de la producción y comercialización de bienes y servicios se realiza fuera del orden jurídico y de la supervisión legítima de las autoridades.

El mensaje presidencial, que es muy fuerte entre la mayoría de la población, no contribuye a la elevación de la productividad, ni de la competitividad y fomenta una economía de subsistencia con grandes concentraciones de riqueza en los líderes de esta. Un micro universo social de enormes desigualdades en varias de sus dimensiones es el tianguis. El lavado de dinero y el “cash” es el modo de operación en este tipo negocio que evade el pago de impuestos sobre la renta y el del valor agregado.

La economía informal conduce a que las relaciones laborales se presten sin ninguna protección para los trabajadores y con ello se ahonden los riesgos del aumento de la pobreza en los adultos mayores y su dependencia de las transferencias presupuestales para su subsistencia.

La informalidad laboral no ha variado significativamente durante el presente sexenio y se ubica alrededor del 60 % y sólo genera una quinta parte del producto interno bruto. El comercio, la construcción y el trabajo doméstico son los sectores con mayor tasa de participación. Hoy aproximadamente 49.2 millones de mexicanos padecen pobreza laboral y un porcentaje significativo de este universo es producto de la informalidad.

La informalidad está relacionada con los trabajos de menores ingresos y se multiplica en la misma proporción a la existencia de tianguis y mercados sobre ruedas. Hay una relación proporcional entre el comercio informal y la desigualdad social. A mayor actividad económica fuera del orden jurídico corresponde una mayor marginalidad.

En este contexto, la respuesta del presidente es un elogio a la informalidad. Primero, invita a comprar en el tianguis en donde no hay registro alguno de la transacción -evasión-, segundo explica que es más barato porque ellos (el comercio no regularizado) adquieren el producto directamente con los productores que tampoco informan al fisco y tercero solicita que se apoye a este modelo de abasto de alimentos. Al final, recapacita y autoriza a que cada quien compre donde quiera.

Todo esto refleja una auténtica esquizofrenia gubernamental. Por un lado, se impulsan políticas públicas como la prohibición de subcontratación laboral y la persecución de la evasión fiscal que pretende disminuir la informalidad para mejorar las condiciones de los pobres y, por otro lado, se promueve la informalidad económica.

Por mi parte, me uno a la recomendación final del presidente que las personas hagan su “mandado” en donde más quieran y les convenga. Fernández Noroña es libre de gastar su dieta de diputado donde quiera, pero también las personas tienen derecho a cuestionar la congruencia de su discurso con su forma de vida. La opinión pública será la que califique, en su momento, el comportamiento de una figura política. Lo que no extraña del discurso presidencial es que el diputado, que es uno de sus fieles, haya sido considerado como una víctima más de la campaña de desprestigio contra la autollamada 4T.

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Investigador del Instituto Mexicano de Estudios
Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales
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