El presidente López Obrador en julio y octubre de 2021 reclamó a los funcionarios de gobierno y a la UNAM su hamburguesamiento. En los primeros, este barbarismo significa una pérdida del entusiasmo social por servir al pueblo y en los segundos una indiferencia ante el saqueo neoliberal de los últimos treinta y dos años por su derechización. Ambas son apreciaciones falsas y ofensivas. Este tipo de descalificaciones públicas en las mañaneras explican en parte la marcha multitudinaria del domingo pasado en la que muchas de las personas y colectivos agredidos decidieron tomar las calles en más de sesenta ciudades del país para manifestar su rechazo a la reforma electoral que subordinaría al INE al gobierno federal.

En una especie de autocrítica, el miércoles de esta semana AMLO reconoció su hamburguesamiento y que para sacudirse esa falta de emoción, enfrentar al bloque conservador y manifestar la firmeza de sus convicciones encabezará una marcha el 27 de noviembre con motivo de su cuarto informe en el aniversario del inicio del autollamado gobierno de la 4T, que en las palabras de su propagandista Epigmenio Ibarra, cito un tweet del 11 de noviembre de 2021, la “transformación es un eufemismo -me dijo AMLO- aquí lo que está en marcha es una revolución. Una revolución…. que se produce sin violencia… que no se controla a nadie, ni se reprime”.

Entonces, el gobierno debe ser, en imitación del más puro castrismo cubano, un instrumento de la revolución permanentemente movilizado por el amor al pueblo y eso no se demuestra en las urnas, sino en las marchas. Ahí está la puya clavada en el orgullo lopezobradorista que representó la multitudinaria manifestación en defensa del INE de más de cientos de miles de personas y que marca el inicio de la contienda electoral del 2024.

El presidente y sus aliados, enraizados en la forma de hacer política del mediados del siglo XX, recurren a la explicación clasista de la historia para explicar su movimiento político que quisieran perpetuar aún en contra de la democracia que hemos construido lenta y esforzadamente los mexicanos. AMLO, que en la definición marxista es un pequeño burgués con todo y su rancho, quiere renovar el modelo autoritario del bonapartismo decimonónico con sus huestes clientelares y los partidos políticos subordinados a su voluntad.

El presidente convocó a una marcha clasista que estará llena de banderas y membretes de organizaciones adeptas a la autollamada 4T para que el apoyo al líder sea fehaciente e incuestionable y la “unidad revolucionaria” se exprese en su máxima expresión. Todo esto me recuerda a mi adolescencia en las que viví las prácticas decadentes del partido hegemónico que se opuso al surgimiento del ahora INE.

Nadie duda que la marcha del 27 de noviembre será más numerosa que la del pasado 13 de noviembre. El conteo de los manifestantes es lo menos importante. Lo trascendente es la diferencia de las expresiones políticas: una financiada y promovida desde el poder político sostenida con la fuerza de los programas sociales de corte clientelar y otra lograda con base en un descontento, una desilusión y una preocupación genuinos por el comportamiento antidemocrático de un gobierno que incumplió sus promesas de campañas, que se ha dedicado a destruir instituciones y que no ha dado resultados.

La némesis de López Obrador, su enemigo acérrimo, es él mismo. El presidente y sus huestes hamburguesadas ahora son lo que toda su vida repudiaron ser y eso les resta fuerza política. La marcha del 27 de noviembre será numerosa, pero vacía de entusiasmo social. Los acarreados serán cientos de miles y estarán presentes por el pase de lista de sus líderes que dan y quitan los apoyos gubernamentales o garantizan el uso de prebendas públicas al margen de la legalidad. Las corcholatas oficialistas, Monreal ya apoyó la marcha “conservadora”, seguramente participaran, aunque Ebrard posiblemente lo hará con prudencia, en un segundo plano para luego deslindarse en el futuro de esta excesiva e innecesaria demostración de fuerza.

La motivación de la marcha presidencial es el miedo a perder el poder. En el cuarto año ya hubo una clara muestra que parte de la sociedad no apoya su proyecto y no lo ratificará en las urnas en 2024. La idea de la reconciliación de Monreal es atractiva, la continuidad con cambios de Ebrard aglutina cada día más adeptos y la incondicionalidad de Sheinbaum y Adán Augusto paulatinamente se comienza a relegar.

El presidente recurrió a su argumento falaz de que él manda obedeciendo al pueblo en donde éste es su voluntad más las opiniones de su grupo cercano de colaboradores temerosos de llevarle la contraria para ocultar su ánimo revanchista. La marcha del 13 de noviembre representa el ascenso de un movimiento político y la del 27 el inicio del declive del poder de AMLO. Al tiempo.

Investigador del Instituto Mexicano de Estudios
Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales
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