Hay señales encontradas respecto al rumbo que podría tomar la economía mexicana en la segunda mitad de este sexenio. Por un lado, existen indicios que señalan que la salida del túnel podría estar ya cerca. Especialmente porque, mal que bien, México se ha convertido en el mayor socio comercial de los Estados Unidos (una vez que se suman las exportaciones e importaciones de cada uno de los dos países). Un logro en el que, por cierto, nada tiene que ver la actual administración.
Por otro lado, no es la pandemia claramente la única culpable de la crisis que ha sufrido México durante los últimos tres años. Otro factor importante ha sido la larga cadena de errores en materia económica que ha cometido el gobierno actual, algunos francamente absurdos. Y si esa cadena por alguna razón continuara extendiéndose… Por ejemplo, si por algún motivo fuese aprobada la “gran idea” cuatroteísta de la contrarreforma eléctrica, el despegue económico sería seguramente abortado.
Pero seamos optimistas y esperemos que no sea así. ¿Qué esperanzas tendríamos entonces sobre el desempeño de la economía durante el resto del sexenio? Uno de los muy pocos indicadores a los que el presidente López Obrador da seguimiento, pues para él los asuntos económicos son poco menos que esotéricos, es el número de trabajadores que están asegurados en el IMSS. Esto es debido a que fue muy sorpresiva, tanto para él como para el resto de nosotros, la caída de más de un millón de puestos de trabajo que se dio en los registros del IMSS debido a la pandemia.
Bueno, pues hace unos días López Obrador aseguró muy ufano que, por fin, el número de puestos de trabajo perdidos había sido recuperado. Desgraciadamente, como de costumbre, esa aseveración presidencial debe ponderarse. Por un lado, no se han realmente alcanzado a nivel nacional las cifras que se tenían hace 20 meses; en particular, la Ciudad de México sigue, de manera muy preocupante, rezagada al respecto. Por el otro, tendrían que considerarse no solamente los puestos de trabajo perdidos sino también aquellos que no se crearon durante la crisis. Como alguna vez se estimó en este espacio, de acuerdo con la trayectoria histórica de esa variable, debieron haberse creado alrededor de 25,000 nuevos puestos de trabajo en cada uno de esos veinte meses. Lo que da un déficit de medio millón de empleos más.
Ahora bien, la mejor manera de evaluar la situación laboral en México no es dando seguimiento a los registros de los organismos de seguridad social, sino a los reportes de las propias empresas a través de las diversas encuestas económicas. Hasta hace unos pocos años no se contaba de manera pública con esos datos, pero ahora, gracias al Inegi, ya están disponibles. El indicador clave es llamado, feamente, el Índice Global de Personal Ocupado de los Sectores Económicos (el IGPOSE, hágame usted el favor).
De acuerdo con las cifras más recientes de ese índice, por mucho el más confiable con el que contamos hasta el momento, hoy en día la situación laboral del país no es mala, sino pésima: se asemeja en este momento a la que teníamos a fines de 2016, hace cinco años. Nuestro país sigue andando sobre la cuerda floja.
Profesor del Tecnológico de Monterrey