No paran las ocurrencias, las decisiones sin pies ni cabeza que se toman sin un análisis previo. La última es la iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, a la que, faltaba más, los diputados cuatroteístas no se atrevieron a modificar ni una coma. Mientras tanto, entre errores crasos y voluntarismos impensados, la economía sigue enferma y en cuidado intensivo.

En 2020 el producto interno bruto (PIB) acabó siendo del orden de 23.12 billones de pesos, una caída en términos reales de 8.5% respecto a 2019. Por si lo anterior no fuera ya de por sí sumamente preocupante, el PIB no es la medida correcta para estimar las condiciones económicas de los habitantes de un país, sino el PIB per cápita. Dado que en 2020 éramos alrededor de 126 millones los mexicanos, el “ingreso” anual por habitante fue del orden de 183 mil pesos. Se entrecomilla la palabra ingreso porque, teóricamente, en lugar del PIB se tendría que usar el ingreso nacional bruto (el cual es menor).

¿Son esos 183 mil pesos anuales mucho o poco? ¿Con los de qué año se pueden comparar? Hay que recordar que la población está creciendo anualmente cerca de un 1.2%, y que las cifras deben expresarse en términos reales para poder hacer comparaciones. Tomando en cuenta lo anterior, puede calcularse que el PIB per cápita actual es muy similar al que se alcanzó en 2011, el penúltimo año de la administración de Calderón. Toda una década perdida.

Bueno, pero la economía va a comenzar a crecer, ¿qué no? Sí, este año crecerá, si no por otra cosa por rebote, y esperemos que en los siguientes tres años la economía siga creciendo. Pero, aun así, es casi seguro que el PIB per cápita en 2024 será menor al que se tuvo en 2018, el último año de la administración de Peña Nieto. En la historia contemporánea de México, solo durante el sexenio de De la Madrid el ingreso per cápita nacional acabó siendo peor al final que al inicio. El sexenio de López Obrador será el segundo caso.

Ese desplome fue acompañado de una caída en el empleo formal e informal. Por ejemplo, en el sector privado se registraron, de acuerdo con el IMSS, alrededor de 20.5 millones de puestos de trabajo a fines del sexenio pasado. Pero al cierre del 2020 se tenían registrados solo 19.8 millones. Esa reducción en el empleo fue sobre todo debido a la pandemia y también, como señalamos varias veces aquí el año pasado, a la falta de una política de estímulos fiscales. Como también conjeturamos entonces, y seguimos sosteniendo hoy, la recuperación de esos empleos perdidos no se dará hasta principios del 2022. Eso sin contar a los millones de jóvenes que se han tratado de integrar, infructuosamente, a la fuerza laboral desde 2019.

Y mejor no hablemos del incremento sobrecogedor en la situación de pobreza que se ha dado en el país por la pandemia, ni de la aún mayor desigualdad del ingreso entre los mexicanos. Estas cifras se podrán establecer con precisión en unos meses, tras la publicación de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares levantada el año pasado por el Inegi.

Profesor del Tecnológico de Monterrey