Se pensaba que tras los años más virulentos de la pandemia, el 2020 y el 2021, las economías de todos los países del mundo tendrían un respiro. Pero para muchas de ellas no fue el caso. Para empezar, la economía ucraniana se desfondó debido a la invasión rusa ordenada por el populista Putin. Como consecuencia de esa invasión, la propia economía rusa se desplomó debido tanto a los costos directos de la guerra como por las represalias comerciales de los países industrializados de Occidente.
Otra consecuencia, casi simultánea a la caída de esas dos economías, fue la disrupción de la oferta en los mercados mundiales de hidrocarburos, de electricidad, de fertilizantes y de granos, lo cual afectó especialmente a la Unión Europea. Aunque la pandemia ciertamente trastocó los precios en toda Europa, fue la disrupción de los mercados citados la causa principal de la alta inflación y el poco crecimiento que aún persiste en ese continente.
En el caso de América, la pandemia sí fue la mayor culpable de la alta inflación que se experimentó de manera posterior en el continente. Si bien el incremento mundial en los precios de la gasolina y el gas alzó los costos y por tanto los precios de muchos productos, la pandemia ocasionó el cierre de muchas empresas y afectó severamente las cadenas de producción de varios sectores importantes, como el automotriz y el de servicios turísticos.
Además, la pandemia hizo que muchos gobiernos trataran de paliar la crisis incrementando la demanda a través de transferencias monetarias. Erróneamente, puesto que era mejor subsidiar el empleo y evitar en lo posible el cierre de empresas. Aunque algunos países, como México, simplemente no hicieron ni lo uno ni lo otro (y así nos fue). Otros, como Argentina, erraron de pe a pa al financiar esas transferencias imprimiendo dinero (la inflación argentina ya se acerca al 100%).
¿Qué nos depara el año que entra en términos económicos? Para las economías en general, un menor crecimiento, aunque también una menor inflación. Eso se aplicará en particular para la mexicana. El crecimiento del producto interno bruto de México en este 2022 será probablemente del orden de 2.7%, un porcentaje que estaría ligeramente arriba del pronóstico que hizo la Secretaría de Hacienda el año pasado. Por otro lado, si la suerte está con nosotros, el año que entra tendremos un crecimiento del orden de 1%, muy por debajo del estimado de 3% que hizo Hacienda hace unos meses.
Habrá un crecimiento pequeño, si es que lo hay, primordialmente por dos razones. Primero, porque el efecto recesivo del alza en las tasas de interés, implementadas por los bancos centrales de Estados Unidos y de México, tarda varios meses en llegar, pero siempre llega. Y segundo, en el caso de nuestro país el gobierno sigue obstaculizando el crecimiento de la inversión privada, especialmente en el caso del sector energético.
Así pues, de acuerdo con la información económica que se tiene hasta el momento, el producto interno bruto que se registrará a fines del año 2023 será similar al que se registró a fines de 2018. Esto es, durante los primeros cinco años de este sexenio no acabará registrándose un crecimiento económico, aunque la población mexicana habrá crecido aproximadamente en seis millones.
Investigador emérito del SNI