Durante los tres primeros años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la economía sufrió el mayor retroceso registrado en la historia de México desde hace noventa años.
Debido mayormente a la Gran Depresión Mundial, la economía mexicana experimentó en 1932 una caída en su producción nacional de casi 15%. Tal debacle hace ver cualquier depresión económica posterior como, literalmente, un juego de niños. Aun así, el desplome económico que se dio en el primer trienio lopezobradorista no tiene paralelo alguno con lo que ocurrió durante cada uno de los sexenios presidenciales que ha habido en México, desde el cardenista (1934-1940) hasta el peñista (2012-2018).
Ni siquiera las graves crisis económicas que sufrió el país en 1982-1983, 1994-1995 y 2008-2009 ocasionaron un desplome que no fuera a su vez seguido por un pronto repunte. Nunca antes se había tenido en la primera mitad de un sexenio presidencial una contracción económica que todavía no se logra revertir. En efecto, entre 2018 y 2021 la producción cayó, lastimosamente, casi un 4%.
Este lunes el INEGI liberó el estimado oficial sobre el crecimiento que se tuvo en el año 2021. Ese rebote que se esperaba tras la recesión registrada en 2020 fue menor al esperado. Y las malas noticias continúan pues para este año se pronostica un crecimiento entre dos y tres por ciento, por lo que se tendrá que esperar hasta el 2023 para recuperar el nivel de producción que se tuvo en 2018.
¿Cómo explicar ese deplorable desempeño? Dos similitudes emergen cuando se contrasta lo que pasó durante la Gran Depresión Mundial, cuyo inicio fue en 1929 pero perduró en la década de los treinta, y la gran recesión mundial que se dio en el 2020 por la pandemia. Una característica en común fue, por supuesto, que las dos crisis se dieron de manera simultánea en muchas naciones, lo que exacerbó la caída de las economías debido a la interdependencia mundial.
Pero hubo otro factor que también se repitió en ambos casos: la falta de un consenso sobre qué políticas públicas deberían emplearse para paliar las depresiones. Esto fue más evidente en la década de los treinta, cuando la política monetaria seguida por varios países, notoriamente la de Estados Unidos, agudizó la caída al reducir, en lugar de ampliar, la liquidez disponible en la economía.
México también erró entonces. En 1931, cuando Plutarco Elías Calles ya no era presidente de la República pero transcurría su maximato (1928-1934), se decretó una reforma monetaria conocida como el Plan Calles. Fue bendecida por él, pero fue ideada en la secretaría de Hacienda. Entre otros yerros, tal reforma fijó la paridad peso por dólar al mismo nivel que en 1905 (¡veintiséis años antes!).
En la crisis del 2020 muchos países, entre ellos Estados Unidos, ya no erraron: de inmediato aumentaron la liquidez y el gasto público, para contener, en lo posible, el cierre de empresas y el despido de trabajadores. Pero México volvió a las andadas, demorando un tanto el incremento de la liquidez en la economía y, lo más trágico, dejando a la buena de Dios tanto a las empresas como a los trabajadores. El gobierno simplemente dejó que quebrara parte del sector productivo del país. Una inexplicable equivocación que explica parte de la actual pesadilla.
Profesor del Tecnológico de Monterrey