A principios del pasado mes de agosto nació un nuevo elefante blanco en el gobierno federal, y la verdad no sabe uno si debemos o no festejar ese nacimiento. Su nombre de pila gubernamental es CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos, y su acrónimo será, al parecer, CFE Telecom. Su objeto fundamental es, de acuerdo con lo que se establece en el Diario Oficial de la Federación, el “prestar y proveer servicios de telecomunicaciones, sin fines de lucro, para garantizar el derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación, incluido el de banda ancha e internet”. Se entiende, pues, que la empresa subsidiaria de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) pretende dar acceso a todos los mexicanos a la banda ancha y el internet.

Esa tarea no es nada fácil, sin embargo. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) clasifica una población como rural, no urbana, cuando tiene menos de 2 500 habitantes. ¿Qué porcentaje de mexicanos vive en zonas rurales de acuerdo con ese criterio? Aunque habrá que esperar los datos del próximo Censo de 2020, es probable que en este momento el porcentaje ya no sea mayor al 20%. Es decir, alrededor de unos 25 millones de mexicanos viven en localidades rurales.

No tantos, puede uno pensar entonces, pero para la provisión de servicios de internet el dato más relevante no es ése, sino el número de localidades donde viven esas personas. Y en ese caso la cifra sí es sorprendente. Aunque, de nueva cuenta, hay que esperar los datos del Censo de 2020 para ser precisos, se estima que en estos momentos hay alrededor de 190,000 localidades rurales. Y allí es donde comienza el problema. Pero a eso hay que agregarle la gran dispersión geográfica de esas comunidades, el muy bajo ingreso del hogar promedio residente en ellas y, en algunas zonas, la carencia inclusive de servicio eléctrico.

La fibra óptica troncal que la subsidiaria de la CFE pretende ofertar ya corre por la red de alta tensión de la empresa. Esto parecería resolver el meollo del asunto, pero desgraciadamente no es el caso. El problema es brindar redes de acceso a todas esas comunidades referidas, lo cual seguramente tendría un altísimo costo no sólo en la instalación de las redes, sino en el mantenimiento de ellas. ¿Habrá otro elefante blanco que acabaremos alimentando los mexicanos de aquí en adelante? Esperemos que no, pues hay una alternativa, sorprendente y aleccionadora, en la que ya están trabajando diversas asociaciones civiles a lo largo y ancho del país. Por citar tan solo tres de las más destacadas: Redes por la Diversidad, Equidad y Sustentabilidad; Rhizomática; y Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias.

CFE Telecom: Fibra óptica para todos, del resto se encargan las economías locales (Arena Pública, 19-08-2019). Así se titula un trabajo, que no tiene desperdicio alguno, de la reconocida abogada y activista Adriana Labardini. En él se repasan los aspectos básicos de la gran iniciativa de redes de internet comunitarias que se está gestando en México. Una iniciativa que, es importante subrayar, no proviene de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Concluyo citando a Labardini.

“CFE no debiera proveer servicios finales de telecomunicaciones sino dar acceso gratuito a las comunidades marginadas […] El acceso asequible a fibra óptica de CFE a una distancia no mayor a 20 kilómetros desde las comunidades apartadas, debiese ser el fin último de esta empresa […] Todo ello permitirá que las comunidades, a través de proveedores de internet locales y mediante operadores comunitarios sin fines de lucro y nuevos operadores comerciales locales y comercializadoras diversas, innoven ofreciendo diversos servicios, soluciones y productos relevantes a las necesidades locales, que son muy diversas […] La misión de CFE debiera ser de habilitar, con fibra óptica capilar, pero no de acceso, el desarrollo económico local, que los mercados globales y nacionales no lograron habilitar por no serles rentable”.

Profesor titular del Tecnológico de Monterrey

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