Los cabilderos de las industrias de energía no renovable andan de capa caída. Al menos así es el caso en Estados Unidos tras el triunfo de Joe Biden, en Japón, en los países de mayor peso de Europa y hasta en, ¡quién lo hubiera pensado!, China. Hay, por supuesto, otros países en donde no es así, en donde los gobiernos siguen siendo tan retrógradas que inclusive la mera mención del uso de energías limpias es para ellos un anatema.
Hace décadas los cabilderos en pro del uso del carbón y los hidrocarburos atacaban el empleo de las energías limpias con un argumento que les parecía insuperable: tanto la energía solar (fotováltica) como la eólica son por necesidad intermitentes, pues la generación de electricidad cesa cuando no hay sol o suficientes corrientes de aire. Aunque ese argumento ya está obsoleto, sigue siendo utilizado hoy en día por altos funcionarios mexicanos para tratar de justificar, quizás por ignorancia supina, la gran marcha atrás que se está dando en materia energética.
Tal argumento de intermitencia ya no tiene sustancia alguna porque, para empezar, son cada día más baratas las baterías de ciclo profundo que pueden utilizarse para almacenar energía eléctrica en comunidades, empresas e inclusive hogares. Y para continuar, México es tan extenso que la intermitencia es menos grave de lo que parecería. Por ejemplo, las corrientes de aire que se dan en nuestras costas son más intensas durante la tarde y la noche, mientras que es por la mañana y el mediodía cuando se dan con más fuerza las corrientes en el interior del país.
Ahora bien, si se quiere una energía limpia, eficiente, almacenable y eventualmente barata, esa energía perfecta es la que se genera del hidrógeno verde, como detallamos hace un mes en este espacio. Pero aunque eso será posible en un futuro cercano, ciertamente su uso generalizado no se dará hasta entrada la década de los 30.
Entonces, ¿qué más hay? De manera un tanto sorprendente, México fue el primer país en todo el continente, incluido Estados Unidos, que pudo generar electricidad mediante la energía geotérmica; esto es, usando simplemente el calor del interior de la Tierra. En 1959 comenzó a funcionar para ese fin el primer campo geotérmico, el de Pathé, en los linderos de Hidalgo y Querétaro.
He allí una gran energía limpia que no es intermitente. No tan perfecta como la que se puede derivar del hidrógeno, pero más segura que la que se genera mediante centrales hidroeléctricas y sobre todo nucleares. Aunque, por alguna razón, los directivos de la Comisión Federal de Electricidad casi nunca lo mencionan, existen actualmente cinco campos geotérmicos en operación, cuatro por parte de la Comisión y uno por parte de la empresa mexicana Grupo Dragón. Esos cinco campos generan alrededor del 2% de la electricidad nacional.
Como en los casos de la energía solar y la eólica, el potencial de producción de energía geotérmica en México es extraordinario. El único punto en contra que tiene esa fuente de energía es que su producción requiere de capital de riesgo, esto porque se tienen que perforar pozos profundos para extraer el vapor. Pero algo similar sucede, por lo demás, en el caso del petróleo. Y este último es muy ineficiente frente al vapor.
Profesor del Tecnológico de Monterrey.