Las dos columnas semanales anteriores advirtieron acerca de cinco grandes nubarrones que pueden acabar siendo tormentas sobre la economía mexicana. Pero no son los únicos, en esta última entrega se listan otros tres igualmente preocupantes. El primero de ellos es parcialmente responsable de los dos restantes.

6. Al contrario de los municipios, quienes cuentan para empezar con el impuesto predial, los gobiernos estatales tienen pocas facultades impositivas. Entre éstas se encuentran el impuesto sobre nóminas, cobrado en muchas entidades, y el impuesto sobre tenencia o uso de vehículos, cobrado en unas cuantas (en las pocas que han tenido gobiernos con cierta visión a futuro). Esto hace que las arcas estatales dependan sobremanera de las participaciones y aportaciones federales, las cuales están normadas por la llamada Ley de Coordinación Fiscal. Las participaciones son de libre disposición y se asignan de acuerdo con una fórmula (errónea por cierto, como hemos argüído en otros lados), mientras que las aportaciones se asignan sobre todo para los servicios de educación y de salud estatales.

Como quizás uno conjeturaría, hay una docena de estados de la República en los que las participaciones federales ya son insuficientes. Aparte de tener los típicos problemas de ineficiencia y nóminas gubernamentales abultadas, todos esos estados en situación crítica tienen un común denominador: una deuda estatal excesiva. A partir de la recesión mundial de 2008-2009, el gobierno federal, al verse imposibilitado de compensar a los estados por la caída en sus participaciones, literalmente les soltó las riendas y dejó que se endeudaran de una manera que parecería irracional. Y en efecto lo era bajo la óptica de los habitantes de esos estados, pero no bajo la de sus corruptos gobernantes (piénsese en lo que sucedió, por ejemplo, con los dos Duarte en Chihuahua y Veracruz).

7. Es bien sabido que la educación básica en México es un completo desastre en ciertos estados del país, especialmente en el sur. Esto no es meramente un juicio de valor nuestro, sino que es un hecho empírico que ha sido muy bien documentado desde hace décadas tanto por mexicanos como por extranjeros. Este hecho ha constituido y seguirá constituyendo uno de los mayores obstáculos para que México se desarrolle. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos para mejorar esa preocupante, lacerante e injusta situación que padecen los niños mexicanos? No es en absoluto clara la respuesta a tal pregunta, si es que puede haber alguna. Pero hay aparte un segundo problema que tampoco es fácil de resolver: en algunos estados, la suma del presupuesto para la educación y las aportaciones provenientes de las arcas federales ya no alcanza para pagar la nómina de educación.

8. En el caso de los mexicanos que no son derechohabientes de alguna institución formal, la provisión de servicios de salud, si la hay, se da a través de hospitales de los gobiernos estatales. Éstos son financiados para ese fin por el gobierno federal a través del llamado “Seguro Popular”, el cual, a decir de muchos mexicanos, ni es seguro ni es popular. La mayoría de los servicios públicos de salud en México dejan mucho que desear, de manera similar al caso de los servicios educativos; nada más que esta vez las consecuencias son aún más preocupantes y algunas hasta funestas. Además, de nueva cuenta, en algunos estados de la República el presupuesto local y federal dedicado a la salud es insuficiente.

Se han identificado en esta columna y las dos anteriores ocho preocupantes nubarrones que se ciernen sobre la economía mexicana, nubarrones que de un día para otro bien podrían desencadenar graves tormentas. Un factor común en todos ellos es la falta de presupuesto para enfrentarlos. Ya no hay vuelta de hoja: a más tardar en 2021, se tendrá que emprender una reforma del sistema de pensiones y se tendrá que rediseñar el régimen fiscal para obtener una mayor recaudación.


Profesor titular del Tecnológico de Monterrey

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