Tras la entrega del Paquete Económico 2020 a la Cámara de Diputados el pasado 8 de septiembre, se abrió un compás de espera. El Congreso tiene hasta el 31 de octubre para elaborar de manera definitiva la Ley de Ingresos, mientras que la Cámara de Diputados, sólo ella, tiene hasta el 15 de noviembre para elaborar el Presupuesto de Egresos. Esperemos que ese compás de espera sea propicio para una profunda reflexión por parte de los legisladores, pues, como se argüirá en esta columna y las dos subsecuentes, ya se avizoran varios nubarrones sobre la economía mexicana. Se enumeran los más preocupantes a continuación.
1. Ya se espera un bajo crecimiento económico en este sexenio, y esto no dicho nada más por algunos “neoliberales” sino por el propio gobierno. En efecto, los nuevos Criterios Generales de Política Económica establecen los siguientes estimados porcentuales del crecimiento del producto interno bruto (PIB) entre los años de 2019 a 2024: 0.9, 2.0, 2.3, 2.5, 2.6 y 2.7. Aun aceptando las cifras optimistas para 2019 y 2020, el promedio aritmético de esas seis tasas es tan solo 2.2%. Este promedio de crecimiento es similar al de los tres sexenios anteriores: 2.4% en el de Peña, 1.8% en el de Calderón y 2% en el de Fox. Así pues, la economía al parecer continuará con el magro desempeño que ha mostrado a lo largo de todo el siglo XXI.
2. Aunque no será excesivo el déficit público, éste crecerá 5% en términos reales en 2020. Al respecto, conviene clarificar el concepto de balance económico que confunde a más de uno. No es verdad que este año no habrá un déficit público; de hecho, éste será mayor que 500 mil millones de pesos. Pero eso por sí mismo no es preocupante, pocos gobiernos del mundo logran tener superávits públicos en algún año. Lo que es preocupante es que la economía no crezca de manera correspondiente. Puesto de otra forma, los déficits deben ser motivo de preocupación cuando la razón de la deuda pública respecto al PIB se incrementa de manera significativa a lo largo del tiempo.
Uno de los objetivos económicos declarados por esta administración en 2018 fue justo que ese cociente se mantendría estable en el sexenio. En el periodo peñista esto no ocurrió en absoluto: el saldo de la deuda pública respecto al PIB creció de 37% en 2013 a 48% en 2016; un incremento desproporcionado que la administración anterior trató de corregir al final. La actual administración heredó un cociente del orden de 46% en 2018, similar al que se estima que se tendrá en 2019. No obstante, a la luz del nuevo Paquete Económico 2020 y de la falta de crecimiento, bien puede conjeturarse que la razón de la deuda respecto al PIB irá creciendo a lo largo del sexenio.
3. Tampoco parece que se podrá cumplir con otro gran objetivo: el incrementar la inversión pública de manera significativa, especialmente en el caso del gasto en infraestructura pública (carreteras, puertos, presas, etc.). La meta era incrementar paulatinamente la cifra de 3.1% del PIB, registrada en 2018 para la inversión pública, hasta llegar al 5% del PIB al final del sexenio. Pero, a la luz del nuevo Paquete Económico, en lugar de incrementos habrá al parecer reducciones: para 2020 se destinará tan solo 2.9% para la inversión pública.
Más aún, tal reducción será esencialmente a costa del gasto en infraestructura. Este error, que ha venido cometiéndose desde 2015, explica parte del actual letargo de la economía. La inversión privada, si es que logra ser aumentada, no podrá sustituir la obra pública. Ambas inversiones son complementarias, no sustitutas. Y entonces, quizás se pregunte usted, ¿por qué se comete ese grave error? La respuesta, como se verá en la siguiente columna, es que ya no alcanza el dinero. Las pensiones, los programas sociales y las paraestatales se llevan las grandes tajadas del reducido presupuesto.
Profesor titular del Tecnológico de
Monterrey