Y mientras no lo hagan, tanto la fiscalía del estado de Guerrero como las dependencias responsables del gobierno federal seguirán insistiendo en que el número de víctimas del huracán Otis fue 49. Una cifra que es de por sí penosa, pero que, si fuera verdad, sería ciertamente menor a los más de doscientos decesos que ocasionó el huracán Gilberto en 1988, o al número similar de fallecidos que ocasionó el huracán Paulina en 1997.
Nada más que los habitantes de Acapulco y los acuciosos reporteros de la agencia mexicana de información y análisis Quadratín tienen otros datos. Tras tocar tierra el huracán Otis el 25 de octubre pasado, las autoridades estatales y federales fijaron rápidamente la cifra en 48 fallecimientos, y no fue hasta hace unos días cuando fue incrementada, pues nuestras autoridades son siempre muy precisas, a 49. Sin embargo, esta cifra parece ser una burda subestimación una vez que se considera la extraordinaria devastación causada por el huracán. Para dar tan solo un ejemplo, de acuerdo con cifras del sector náutico del puerto hay alrededor de un centenar de desaparecidos que no han podido ser rescatados del mar.
Hace unos días Karla Galarce Sosa, reportera de Quadratín Guerrero, hizo una entrevista notable a David Méndez Huerta. Este enterado acapulqueño, propietario de Funerales Huerta, señaló en ese momento: “No hay una cifra clara, porque no vamos a dar con esos muertos, a menos que haya una visita ocular y se vea la frescura de las tumbas […] Pero de que sí le pegamos a los 400 muertos es verdad, más los desaparecidos. Van a seguir saliendo más cuerpos”.
Es imposible hacer un recuento preciso de lo que ocurrió en Acapulco, cuando tan solo en el puerto hay dos decenas de funerarias autorizadas, cinco irregulares y más de un centenar de panteones ejidales. Respecto a ello, siguió comentando Méndez Huerta, “la mayor parte de los funerarios en Acapulco sepultaron sin documentación. Muchos sepultaron en panteones ejidales donde no se requiere documentación. Otros sepultaron, valiéndoles gorro, donde pudieron”.
Así está en este momento la situación en Acapulco. Y es casi seguro que siga igual de angustiante por el resto del año. En Palacio Nacional no se ve que interesen los reclamos de los acapulqueños por sus seres queridos, por la falta de víveres, por la carencia de medicamentos y por la inseguridad rampante. En el gobierno federal están más bien interesados en que se limpien las playas, se reconstruyan los hoteles de cinco estrellas y que el año que entra no se cancele el tianguis turístico.
La verdad es que nadie puede llamarse sorprendido por las mentiras sobre el número de decesos. Ya habíamos visto la misma película antes. La pandemia del Covid ocasionó la muerte de cientos de miles de mexicanos, especialmente de adultos mayores, y aún hoy no se cuenta con una cifra confiable del número de muertes. Según el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica ha habido alrededor de 334 mil fallecimientos debido al Covid. Pero en otras fuentes, también oficiales y públicas, se estima que el exceso de mortalidad por la pandemia fue del orden de 638 mil personas. Algo similar sucederá con las cifras de Acapulco. Habrá varios centenares de fallecidos que desaparecerán por arte de magia.