Durante las últimas semanas Andrés Manuel López Obrador sorprendió a medio mundo no solo por sus apapachos al par de dictadores que nos hicieron el honor de visitarnos, sino por su desconocimiento de la realidad de América Latina. Para acabarla de amolar, en sus discursos no faltaron las consabidas frases arrebatadas y las propuestas impensadas.
Entre estas últimas se encuentra una que anunció en la apertura de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC): “Propongo que junto con Estados Unidos y Canadá construyamos un acuerdo y firmemos un Tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente [...] La propuesta es sencilla: se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente”. Concretar esa propuesta no tendría nada de sencillo. A los países de Europa Occidental les tomó desde 1950 hasta 1993 constituir el Tratado de la Unión Europea, sin incluir los años que tuvieron que pasar para poder poner en circulación, a principios de 2002, el euro.
Pero a esa complejidad inherente en el diseño de cualquier unión económica entre países, se agregarían en nuestro caso otros tres problemitas. Para empezar, cualquier ampliación que se pretendiera hacer del actual T-MEC sería muy lesiva para México. Para continuar, desde hace varias décadas los intentos de integración en Sudamérica han fracasado, inclusive los meros acuerdos arancelarios. Y para terminar, no solamente los gobiernos de Estados Unidos y Canadá sino también los de varios países latinoamericanos rechazarían cualquier negociación comercial, por modesta que fuese, con los actuales tiranos que sojuzgan a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
¿Quién en su sano juicio negociaría un acuerdo con, por ejemplo, Nicolás Maduro? Durante el largo periodo de su dictadura, de 2013 hasta hoy, el deterioro económico y social en Venezuela ha sido de tal magnitud que se han visto obligados a dejar su país más de cinco millones de ciudadanos venezolanos. Al respecto, la Agencia de la Naciones Unidas para los Refugiados advirtió recientemente: “La afluencia de personas refugiadas y migrantes que sale de Venezuela constituye una de las crisis de desplazamiento externo más grandes del mundo”. Una tragedia humana de inmensas proporciones que nunca ha ameritado al menos una breve mención en los discursos setenteros que abundan en Palacio Nacional.
Muchas causas explican la crisis económica que ha sufrido Venezuela, especialmente a partir de 2016, pero la que ciertamente más ha pesado es la extraordinaria incompetencia de su gobierno populista. El ejemplo más notorio de ello es el proceso hiperinflacionario que han sufrido los venezolanos a manos del tirano. En 2013 el índice de precios al consumidor era alrededor de 350. Este índice ha crecido a lo largo de los años de manera exponencial hasta llegar el pasado mes de mayo a ser cercano a 1,196,000,000,000.
Aunque ha habido muchos procesos hiperinflacionarios en la historia de la humanidad, el venezolano ya desbancó con facilidad al resto. Ese caso insólito llegaría a suscitar hasta risa, si no fuese por la gran tragedia humana que conlleva. Hace seis décadas el afamado Arthur Okun ideó un índice de la miseria nacional, el cual se calcula anualmente desde entonces. En los últimos años Venezuela siempre ha ocupado el último lugar en la tabla del índice, seguido, no tan cerca, por Zimbabue.
Profesor del Tecnológico de Monterrey.