Hay fechas que, por simples azares del destino, acaban ocupando un espacio en la memoria colectiva de un país. Para nosotros los mexicanos una de ellas es el 19 de septiembre, debido a los funestos terremotos ocurridos tanto en 1985 como en 2017. Hay también cifras que, aunque no pertenecen a nuestra memoria colectiva, son ciertamente recordadas por generaciones enteras. Aquí va una: 12.50 (doce cincuenta). Si por alguna razón le trae a usted recuerdos ese número, le apuesto doble contra sencillo a que usted nació a más tardar en la década de los sesenta del siglo pasado.
En efecto, desde el 17 de abril de 1954 hasta el 31 de agosto de 1976 el tipo de cambio del peso frente al dólar fue esta cifra redonda: 12.50 pesos por dólar. En los años cincuenta, durante el sexenio del capaz presidente Adolfo Ruiz Cortines, el Banco de México, una institución que pertenecía entonces a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, impulsó la idea de que México debería devaluar su moneda frente al dólar. Debido al régimen cambiario que prevalecía en ese momento, el sistema de Bretton Woods, una devaluación no era bien vista ni por el gobierno de los Estados Unidos ni por el Fondo Monetario Internacional. Pero poco importó eso al gobierno mexicano: nuestra divisa fue devaluada de 8.65 a 12.50 pesos por dólar en 1954. Esa decisión resultó ser, por cierto, muy acertada en términos del crecimiento económico que logró México en los años subsecuentes.
Hay otra cifra, también ligada al Banco de México, que aun cuando no es recordada por la gran mayoría sí lo es por los especialistas financieros: 8.25%. La historia de esa tasa de interés se remonta a 2008. A principios de ese año, el Banco de México comenzó a hacer pública su llamada tasa objetivo, la cual constituye la mayor referencia para las otras tasas de interés en nuestro país. En enero de 2008 la nueva tasa objetivo comenzó siendo 7.25%, pero a fines de ese año ya era justo 8.25%. Esta alza resultó ser un error garrafal (el mayor error del banco central desde su autonomía), pues fue precisamente en 2008 cuando había dado inicio en Estados Unidos y Europa la crisis hipotecaria que culminó en la Gran Recesión mundial de 2019. Las autoridades del banco central trataron en 2009 de enmendar parcialmente su error bajando apresuradamente la tasa hasta 4.5%.
La misma tasa objetivo de 8.25% volvió a fijarla el Banco de México una década después, en diciembre de 2018, ni más ni menos. A mi juicio no había razón alguna para ello, pero el hecho es que, a pesar del estancamiento de la economía mexicana, esa mítica tasa siguió vigente hasta agosto de 2019. En ese momento el Banco de México, siguiendo al Federal Reserve Board (el banco central de Estados Unidos), comenzó a bajarla de poquito en poquito, un 0.25% y luego otro 0.25% y así, en las juntas que hace para decidir sobre su política monetaria.
Ya para marzo pasado era más que evidente que la economía mexicana estaba emprendiendo una caída en picada de proporciones históricas. A raíz de ello, el Banco de México se convenció al fin de que su tasa objetivo seguía siendo muy alta, por lo que amplió un poco más las reducciones sucesivas: un 0.5% en marzo, otro 0.5% en abril y otro más en mayo. Pero aún así, en contraste con la política monetaria seguida básicamente por todos los países del mundo, la tasa de interés sigue siendo 5.5% cuando el último dato de la inflación anualizada es apenas del 2.8%.
El próximo 25 de junio el banco central decidirá cual será la nueva tasa objetivo. Por el bien de México, espero que el nuevo nivel sea el menor posible.
Profesor del Tecnológico de Monterrey