¿Cuánto le cuesta realmente al Banco de México imprimir un nuevo billete de $500? No existe una cifra oficial y pública al respecto, pero a pesar de que ese billete es muy bonito y lleva varias marcas de seguridad, su costo unitario debe ser mucho más bajo de lo que usted y yo podríamos imaginar. Pero sea cual fuere ese costo, al restarlo de la cantidad impresa en el billete se obtiene el llamado “señoreaje”. Éste representa la consecuente ganancia del gobierno si es que distribuyera ese simple papel entre la población y, lo cual es necesario, ésta aceptase a su vez que el papel valiera en efecto 500 pesos. Dicho sea de paso, esa especie de acto de fe por parte de los habitantes de una nación hace que a una moneda nacional no respaldada por una mercancía se le califique como fiduciaria.
Si un gobierno estuviera financieramente en quiebra siempre podría circular más dinero nuevo, pues con ello ganaría el correspondiente señoreaje y aminoraría su problema financiero en el corto plazo. Pero al no existir al mismo tiempo más mercancías que pudieran comprarse con ese circulante extra, los precios de los bienes y servicios comenzarían a elevarse de manera irremediable, incrementando de manera acorde el gasto público. Ese gobierno se entramparía entonces de nuevo y, si persistiera con esa política tonta, se vería obligado a circular cantidades aún mayores de billetes nuevos, lo cual ocasionaría a su vez una mayor inflación. Y así sucesivamente, sumiendo entonces al país en una espiral inflacionaria que parecería no tener fin.
Todas las naciones han sufrido a lo largo de su historia inflaciones cuya causante principal es la razón anterior, pero pocas han experimentado como consecuencia de ello tasas mensuales de inflación del orden de 50% o más, fenómenos que se conocen en la literatura como episodios de “hiperinflación”. Y vaya que tiene sentido añadir el prefijo “hiper”, pues ya con una tasa mensual de 50% el índice de precios se dobla en apenas 52 días y la tasa de inflación compuesta acaba siendo del orden de 12,875% al año.
El primer caso de hiperinflación en el mundo fue registrado en Francia, poco después de la Toma de la Bastilla, cuando la tasa mensual de inflación llegó a exceder el 140%. Aunque quizás el episodio más conocido sea el acontecido en Alemania, durante la República de Weimar, cuando la tasa mensual de inflación alcanzó el 29,500% en octubre de 1923. Esa cifra mensual, que corresponde a una inflación diaria de casi 21%, es aun así pequeña si se la compara con la experimentada alguna vez en Hungría, la campeona, quien durante el mes de julio de 1946 tuvo una inflación diaria tan alta que su índice de precios se doblaba cada 15.6 horas.
México nunca ha padecido una hiperinflación en su historia. A lo más que llegó fue a una tasa mensual de 15.5% en enero de 1988, y ese porcentaje disminuyó rápidamente en los meses posteriores como consecuencia del Pacto de Solidaridad Económica. Sin embargo, tres países latinoamericanos, Bolivia, Brasil y Perú, sí padecieron esa enfermedad durante la segunda mitad de los ochenta y principios de los noventa. Y hoy, en estos momentos, Venezuela está sufriendo una hiperinflación que nunca antes había sido experimentada por algún país del continente americano.
El inicio de la espiral se dio, al parecer, en noviembre de 2017 con una tasa mensual de 57%. Y escribo “al parecer” pues, tras la ascensión al poder de Nicolás Maduro en abril de 2013, el banco central de Venezuela poco publica. Pero el propio organismo admite que durante el gobierno actual el índice de precios se ha incrementado, al menos, 54,000,000%. Este es uno de los factores que explican la continua caída del producto interno bruto venezolano. Al parecer en busca de un récord mundial, el señor Maduro puede presumir que el desplome es ya mayor al 50%.
Profesor del Tecnológico de Monterrey