Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó un estimado preliminar del desempeño de la economía mexicana en el tercer trimestre del año. Y las noticias no son buenas, son malas. De hecho, son francamente malas si se contrastan con las expectativas que se tenían hace apenas unos meses.
En este momento el Producto Interno Bruto (PIB) trimestral es inferior, en términos reales, al que se tuvo en el tercer trimestre de 2015, hace seis años. Así es, aunque parezca ilógico, es inferior al que se tenía hace seis años. Y si además se toma en cuenta el crecimiento poblacional de México, al día de hoy el PIB trimestral per cápita (por mexicano) es, en términos reales, similar al que se tuvo en el tercer trimestre de 2012, hace nueve años. En efecto, aunque parezca inconcebible, es similar al que se tenía hace nueve años.
La imprevista caída de -0.2% del PIB en el tercer trimestre (julio-septiembre de 2021) respecto al del segundo trimestre (abril-junio) parecería ser insignificante, no digna de hacer alharaca. Pero lo que la hace preocupante no es el porcentaje como tal, sino la tendencia negativa que se dio de manera inesperada de un trimestre al otro. En efecto, la economía había crecido de manera continua los cuatro trimestres anteriores, dando esperanzas de que en un año más se recuperaría el nivel de la actividad económica que se tenía antes de la pandemia. Pero esas esperanzas se están desvaneciendo.
¿Por qué sucedió eso? La tercera ola de contagios por la Covid-19, con el correspondiente nuevo aislamiento de una parte de la población, jugó ciertamente el papel primordial en esa caída. Las políticas erróneas que el gobierno mexicano ha seguido ante la pandemia han ocasionado hasta el momento de manera oficial alrededor de 300 mil muertes y de manera extraoficial alrededor de 600 mil (de acuerdo con el registro de exceso de muertes). Esa gran tragedia humana ha conllevado, de paso, una grave contracción económica que ha llevado a la bancarrota a miles de empresas.
Pero hay otros dos factores negativos que deben considerarse. El primero, éste sí externo y un tanto imprevisto, es que la economía mundial no ha tenido el crecimiento que se esperaba durante el año. Las cadenas de producción siguen parcialmente obstruidas por la falta de insumos básicos como son los microprocesadores y el gas natural. Al contrario de lo que se pensaba hasta hace unos meses, no solo la economía mexicana tendrá un crecimiento menor al 6% este año, sino también en particular la estadounidense. Más aún, los pronósticos para el año que entra ya no son tan halagüeños como antes para ninguna de las dos economías.
El segundo factor sí es, no obstante, penosamente nacional. Nos referimos al continuo deterioro de las expectativas que tienen los inversionistas, dentro y fuera de México, sobre la capacidad del actual gobierno para conducir la economía mexicana. Entre tantas decisiones tomadas a la ligera y tantas propuestas de política pública aventuradas, como es el caso de la contrarreforma eléctrica, el gobierno mexicano no está mostrando tener una visión estratégica. Urge que se dé un golpe de timón. No todo debe girar alrededor de asuntos electorales y clientelares.
Profesor del Tecnológico de Monterrey