La contrarreforma eléctrica se volvió ya una papa caliente en las manos de algunos integrantes del Congreso. No para los miembros de Morena y de los partidos satélites, quienes obviamente levantarán el dedo cuando el Presidente lo indique. Para algunos de ellos, en una de esas, la iniciativa hasta pasará de noche. Tampoco es una papa caliente para los legisladores de Movimiento Ciudadano, el PAN y el PRD quienes ya se opusieron públicamente a la contrarreforma. Pero sí lo es para un incierto número de integrantes del PRI que, por mero cálculo político, tratarán de encontrar algunos aciertos en la iniciativa. Difícil tarea tienen, pues lo que abunda en la contrarreforma son los desaciertos.

1. Para empezar, las tarifas eléctricas subirían de manera notable o, como alternativa, el subsidio que recibe la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se incrementaría aún más. La razón es que la reforma permitiría a la CFE despachar primero su producción. Pero el costo unitario promedio de la electricidad generada por la CFE, medido en pesos por megawatt-hora, es aproximadamente el doble que el costo promedio de la generada por el sector privado mediante la energía eólica y la solar.

2. Los contratos de compraventa de electricidad con el sector privado se cancelarían, de acuerdo con la reforma, impidiendo con ello no solo el autoabastecimiento en el caso de empresas grandes, sino inclusive el uso de la energía proveniente de paneles solares en las casas.

3. Se revertiría el mecanismo existente que privilegia la producción de energía limpia sobre la sucia. Al día de hoy, esto se logra dando preferencia de despacho a las energías limpias como la eólica y la solar. Pero con la reforma no habría incentivo alguno, al contrario. Esto a su vez pondría en riesgo los acuerdos ambientales firmados por México, en particular el Acuerdo de París. Además, el T-MEC contiene todo un capítulo, el 24, que establece de manera muy clara la preferencia por las energías limpias, por lo que habría más temprano que tarde controversias en materia ambiental con nuestros socios.

4. Las muchas empresas afectadas por la contrarreforma seguramente emprenderían acciones legales que tomarían mucho tiempo y dinero para resolver (y no necesariamente a favor de México). El desgaste diplomático asociado con ello tampoco sería menor.

5. Por lo dicho en el primer punto, se acabaría subsidiando aún más a la CFE y este ente público es sumamente ineficiente. Como consecuencia de los cambios incomprensibles y generosísimos en su sistema de pensiones hechos en 2020, sus pasivos laborales han crecido ya tanto que la empresa operará de aquí en adelante con números rojos, se apruebe o no la reforma.

6. Así pues, la CFE requeriría de un enorme subsidio del gobierno federal para poder invertir en otras fuentes de generación de electricidad y mantener funcionando las actuales. Pero resulta que la inversión gubernamental ya está hoy, literalmente, en los huesos. Se tendría que apoyar a la CFE a costa de la construcción de carreteras, puertos, aeropuertos y vías férreas, así como reduciendo el gasto social.

7. Finalmente, jugar a cambiar las reglas del sector eléctrico es mucho más riesgoso que jugar a cambiar las reglas del sector petrolero. Jugar con la electricidad es jugar con fuego.

Profesor del Tecnológico de Monterrey

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