En una semana se dará un acontecimiento inédito en México, que, dependiendo del poder de convocatoria que acabe teniendo, puede constituir un parteaguas para los movimientos sociales del país. Hablamos del paro de labores que tendrá lugar el próximo 9 de marzo por parte de un buen número de mujeres mexicanas, en protesta por la creciente ola de feminicidios que se he está dando en toda la República. La noticia sobre ese paro laboral dará seguramente la vuelta al mundo y, dependiendo de su poder de convocatoria, puede inclusive acabar convirtiéndose en un referente histórico mundial.
Es muy difícil estimar de manera precisa las consecuencias económicas que tendrá para México el paro de labores femenino, no solamente por la falta de datos precisos, sino también porque hasta el momento no se sabe qué porcentaje de las mujeres que trabajan, con o sin remuneración, se sumará al movimiento. Grosso modo, puede conjeturarse que, en el caso de la economía formal, el producto interno bruto oficial puede llegar a caer, en tan solo un día, hasta en veinte mil millones de pesos. Por otro lado, en el caso del trabajo no remunerado, el cual es tan o más importante en términos de bienestar social que el otro, la caída puede llegar a ser del orden de diez mil millones de pesos más.
Pero ese gran costo económico ciertamente palidece junto a las ganancias subsecuentes que podría obtener el país, ganancias tanto políticas como económicas (por no hablar de los aún más importantes logros cívicos). Para empezar, la sacudida que se le dará a la actual clase política mexicana, anticuada, al ser setentera de corazón, seguramente llevará a cambios en la procuración de justicia para las mujeres. Ese costo económico incurrido podrá ser ampliamente compensado si es que la sociedad mexicana comienza a valorar, de manera genuina, las valiosas oportunidades que se generarían al promover la igualdad de género en México. Los siguientes hechos empíricos ilustran esa posibilidad.
1. Varios estudios de organismos internacionales muestran que si hubiese una participación equitativa de mujeres y hombres en el mercado de trabajo formal, la producción económica mundial podría incrementarse entre un cuarto y un tercio más. Para dar una idea de esa magnitud, en estos momentos ese incremento podría alcanzar una cifra del orden de 30,000,000,000,000 de dólares.
2. De acuerdo con la agencia de la ONU Mujeres, una vez que se toman en cuenta las horas de trabajo remuneradas y no remuneradas, las mujeres de los países en desarrollo trabajan mucho más que los hombres, por lo que se ven forzadas a destinar menos tiempo a la educación, el ocio y la participación política.
3. En uno de sus informes sobre el desarrollo mundial, el Banco Mundial estima que, en promedio, las mujeres participan menos en la fuerza de trabajo formal simplemente porque tienen una responsabilidad desproporcionada en el trabajo no remunerado dentro del hogar. Las mujeres dedican diariamente entre una y tres horas más que los hombres a las labores domésticas, y entre dos y diez veces más de tiempo para el cuidado de los hijos y de las personas mayores.
4. Se estima que las organizaciones donde tanto los hombres como las mujeres ejercen funciones de alto nivel son comparativamente más eficientes. De hecho, según un estudio de la consultora internacional McKinsey, las empresas que están en el cuartil superior, de acuerdo con la igualdad de género que prevalece en su organización, tienen de manera significativa mayores ganancias económicas que el resto.
5. Aun cuando la honestidad e integridad no es, ciertamente, una condición consustancial a ser hombre o mujer, la mayoría de los estudios empíricos encuentran que tanto en el servicio público como en el sector privado las mujeres tienden a ser más honestas y menos tolerantes a la corrupción.
Profesor del Tecnológico de Monterrey