El pasado jueves el presidente López Obrador afirmó que el nivel de desempleo en México comienza a tocar fondo. Además estimó que en mayo se perdieron alrededor de 350 mil puestos de trabajo formales, según cifras preliminares del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Su pronóstico es que “en total vamos a perder un millón de empleos [...], y que a partir de julio hasta finales de año vamos a recuperar; va a ser un efecto V: es decir, nos caímos y vamos de nuevo”. Eso que él llama “efecto V” lo examinaremos en otra ocasión, pero hoy podemos asegurar que en el caso del desempleo en el IMSS, aun suponiendo que su cifra para mayo sea correcta (todavía no hay cifras oficiales), su pronóstico del millón de desempleados será incorrecto.

En efecto, los puestos de trabajo registrados en el IMSS que se perdieron nada más en marzo fueron 131 mil, mientras que en abril fueron 555 mil. Si a esas dos cifras le sumamos los 350 mil que estima él para mayo ya excederíamos, aún sin contabilizar las seguras y significativas pérdidas de junio, el millón de empleos. Para ponerlo en perspectiva, a fines de mayo el número de puestos de trabajo registrados en el IMSS estaría ya en el nivel del que había a principios del año 2018.

Pero las cifras de desempleo apenas comienzan, pues las del IMSS constituyen tan solo la punta del iceberg. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) publica mensualmente la llamada Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la cual, por la pandemia, ha sido sustituida de manera temporal por la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE). Bueno pues, desgraciadamente, las cifras de la ETOE son más sobrecogedoras, por decir lo menos, que las anteriores.

En este 2020 la población en México ronda los 127 millones. Alrededor de un cuarto de esa cifra corresponde a niñas y niños menores de quince años. El resto, un poco más de 95 millones, lo constituimos los mexicanos que, en principio, estamos en edad de trabajar. No todos quisieran trabajar, pues hay muchos jóvenes que afortunadamente estudian, muchos otros mexicanos que trabajan en el hogar, otros más que ya están retirados, algunos que sufren enfermedades que les impiden trabajar, y otros que, por alguna otra razón, no buscan trabajo. La llamada Población Económicamente Activa (PEA) está constituida por todos los mexicanos que no caemos en ninguna de las categorías anteriores.

¿Cuántos mexicanos estamos en la PEA? La respuesta depende de cuándo se haga la pregunta. De acuerdo con el Inegi, en marzo de este año casi 57 millones de mexicanos declarábamos que estábamos empleados o buscábamos estarlo. Pero un mes después, apenas el pasado abril, los mexicanos que declarábamos que teníamos trabajo (empleados) o que estaban en busca de él (desempleados) constituíamos tan solo un poco más de 45 millones. ¿Qué pasó entonces con los 12 millones de mexicanos restantes? ¿Dónde están? Ellos, aunque desaparecieron de los números de la PEA, son mexicanos de carne y hueso que por algún motivo declararon no tener o buscar empleo.

Lo que sucedió fue que, debido al cierre en abril de muchos sectores de la economía por la pandemia, un buen número de mexicanos fueron despedidos de empresas del sector formal, otros dejaron de prestar servicios personales, y los más dejaron de trabajar en el sector informal, entre ellos los que literalmente buscan el pan en las calles. Pero eso no lo es todo. Si la pérdida de un empleo es ya de por sí dramática para la persona que lo sufre, más lo es cuando a esa pérdida de empleo se añade la pérdida de toda esperanza de que en el corto plazo se obtenga uno nuevo. De esa magnitud es la pesadilla que padecen en este momento doce millones de compatriotas.

Profesor del Tecnológico de Monterrey

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