Desde el primer mes de su mandato presidencial, Andrés Manuel López Obrador ha recibido de manera regular en su escritorio noticias económicas malas, y algunas veces muy malas. Especialmente durante el año pasado, a raíz de los efectos que trajo consigo la pandemia. Es por ello comprensible, plenamente comprensible, que cualquier noticia sobre la economía nacional que tenga visos de ser algo buena la presuma de inmediato en ese espectáculo llamado la mañanera.
Así sucedió hace varios días cuando la Secretaría de Economía, por ignorancia, por afán de quedar bien con el jefe o por ambas razones, anunció con bombo y platillo que la inversión extranjera directa (IED) recibida en el primer trimestre de 2021 fue, según ella, 14% mayor a la del mismo periodo de 2020 y la mayor recibida en un trimestre desde 1999. Nada, desgraciadamente, más lejano de la verdad.
La IED, al contrario de la inversión extranjera de portafolio (altamente especulativa), se registra originalmente en la Secretaría de Economía, una vez que una empresa de capital extranjero, ya radicada o por radicar en México, le “notifica” los montos de las inversiones que realizará. Estos montos no tienen que ser necesariamente fondos que entrarán del exterior para nuevas inversiones, sino pueden ser, lo cual es más común, reinversiones de utilidades o cuentas entre compañías que pertenecen al mismo grupo corporativo.
Del plato a la boca se cae la sopa, dice el refrán, y esto sucede frecuentemente en el registro que hace la Secretaría de esas “notificaciones”, por lo que en el transcurso de las semanas las cifras preliminares pueden alejarse de las efectivas. Para las cuentas oficiales en su conjunto eso no es realmente un problema, pues es el Banco de México quien está a cargo legalmente de la contabilidad precisa de los flujos de inversión que entran y salen del país; en particular, de cuánto realmente suena en caja debido a la inversión extranjera. El banco central publica esas cifras como una parte de la llamada balanza de pagos, la cual contiene el registro de todas las operaciones comerciales y de movimientos de capitales que se dan, cada trimestre, entre México y el resto del mundo.
Bueno, pues ya es pública la balanza de pagos para el primer trimestre de 2021 y resulta que, en lugar de echar las campanas al vuelo, debemos preocuparnos por lo que está sucediendo en materia de la IED. De acuerdo con las cifras del Banco de México, en el primer trimestre de 2021 se tuvo una inversión extranjera directa del orden de 11,864 millones de dólares. Esto se compara muy desfavorablemente con los 16,751 millones que se tuvieron el primer trimestre de 2020. Y también con los 14,508 millones recibidos en el primer trimestre de 2019. Y así con otros años más atrás. De hecho, el monto del pasado trimestre es inclusive menor, en términos reales, al que se tuvo en 2013.
Como uno puede imaginar, tanto la inversión privada, sea nacional o extranjera, como la inversión pública son determinantes claves del crecimiento económico de cualquier país. Mal, muy mal andamos cuando hoy la suma de la inversión privada y la pública en México es similar, en términos del producto interno bruto, a la de hace un cuarto de siglo (1996).
Profesor del Tecnológico de Monterrey.