A raíz de una caída mensual del orden de 313 mil puestos de trabajo el pasado mes de diciembre, según los últimos datos del IMSS, el presidente López Obrador ya comenzó a ver moros con tranchetes y ya enfiló sus ataques gratuitos y mañaneros hacia, en esta ocasión, las universidades. Ese ataque, como muchos otros por parte del presidente, es debido a que sus subordinados le dan los datos económicos tal cual, sin explicarle, con peritas y manzanitas, el verdadero significado de los indicadores que pretende usar.
Las series temporales del empleo son, en cualquier país del mundo, altamente estacionales por razones naturales. En México, por ejemplo, cada diciembre se registran de manera regular menos puestos de trabajo en el IMSS que en noviembre. De hecho, y esto es algo que se le debió explicar al presidente para tratar de evitar su ex abrupto durante esa mañanera, en los tres últimos años del sexenio de Peña Nieto, 2016, 2017 y 2018, se registraron en los diciembres caídas mayores a los 313 mil puestos mencionados.
¿Por qué se da, de manera natural, esa variación estacional? En el caso de una universidad, por ejemplo, la respuesta es clara. Si la institución educativa cuenta con una gran matrícula, como es el caso, digamos, de la UNAM o del Tecnológico de Monterrey, el número de profesores de planta que tiene en su nómina es, por decir lo menos, significativo. Pero aún así, el gran cúmulo de cursos semestrales (o trimestrales) que deben dictarse obliga a la institución a contratar profesores de cátedra para impartir algunas de las materias.
Desde el punto de vista de Hacienda, los profesores externos son personas físicas que prestan sus servicios de manera independiente y por un tiempo determinado. Por ello, su pago debería ser hecho, en principio, tan solo a través de la recepción de recibos de honorarios. No obstante, el SAT permite que quienes no disponen de recibos por servicios profesionales o no cuentan de fijo con seguridad social (IMSS o ISSSTE) puedan acogerse al llamado régimen de asimilados a salarios. Siendo así, algunos de los profesores externos (muchas veces los más jóvenes) no solo se ahorran los problemas contables, sino que se incorporan de manera temporal, a cargo de la institución, a la seguridad social durante el periodo que fija el contrato.
Finalmente, dado que los cursos del segundo semestre de cada año terminan a fines de noviembre, o a principios de diciembre a más tardar, las correspondientes bajas en el IMSS se dan de manera acorde. Nada más y nada menos. Para qué dar tantos brincos estando el suelo tan parejo. Ah, y por cierto, otro error presidencial es elucubrar que al estar los profesores externos bajo el régimen de asimilados a salarios se está evadiendo el impuesto sobre la renta. Nada más alejado de la verdad, pues en ese caso el SAT obliga a sus empleadores a retener el ISR y enterarlo totalmente al erario público.
Por cierto, la discusión anterior evidencia una vez más que los puestos de trabajo registrados en el IMSS no indican adecuadamente la situación laboral del país. El indicador laboral más pertinente, como se ha sugerido aquí desde hace meses, es el Índice Global de Personal Ocupado de los Sectores Económicos estimado por el Inegi.
Profesor del Tecnológico de Monterrey