El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dicho varias veces que quiere mucho al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Lo llena de elogios.
En privado, suele ir más lejos: según varias fuentes que lo han escuchado, cuando Trump pregunta por AMLO se refiere a él como “Juan Trump”, jugando con la idea de que es su versión mexicana.
No deben sorprender el cariño y la identificación de Trump con AMLO.
El presidente López Obrador enterró sus convicciones sobre los migrantes y se convirtió en el jefe de la policía antimigrante del mandatario estadounidense. Durante décadas, AMLO defendió la migración, exigió no reprimir ni frenar a los migrantes, demandó ser comprensivos con las realidades de pobreza y violencia que los obligan a huir. El 15 de abril de 2015, ese vibrante líder opositor tuiteó: “Salió el viacrucis migrante encabezado por el padre Solalinde. EPN (Peña Nieto) en vez de hostigarlos debe garantizarles la libertad de tránsito”.
Consistente con este discurso, al llegar a la Presidencia anunció que México abría sus fronteras a los migrantes. Empezaron a llegar ciudadanos de todo el mundo, con ganas de caminar hasta Estados Unidos, y Trump puso el grito en el cielo. Le mandó varios mensajes en privado y en público para que se echara para atrás. López Obrador aguantó dos meses la presión. Hasta que Trump amagó con aranceles a México. Entonces AMLO reculó y giró 180 grados su política migratoria: mandó más de 25 mil elementos de la Guardia Nacional a que se convirtieran, de hecho, en el Muro de Trump: sólo en 2019, el gobierno de México detuvo y deportó a casi 180 mil migrantes.
Al hacerlo, el presidente mexicano regala a su homólogo estadounidense un argumento central para su reelección: Trump prometió un muro, AMLO se lo construyó y los mexicanos estamos pagándolo en una nómina quincenal de decenas de miles de guardias nacionales.
AMLO le está haciendo la campaña a Trump. Con razón Trump lo quiere tanto.
Y si se preguntan por qué Donald Trump apoda en privado al presidente López Obrador “Juan Trump”, basta un ejemplo de ayer mismo: mientras el gobierno mexicano dice que ni siquiera molesta a los migrantes, las imágenes exhiben otra cosa. Trump y AMLO son diferentes en varias cosas, pero en el ejercicio del poder tienen mucho en común: eso de negar la realidad, de no aceptar la contundencia de las imágenes, los datos, los documentos, de ser una máquina de crear “fake news”, eso de atacar a la prensa crítica y responder con apodos cualquier señalamiento, en presentarse como un “antisistema” pero haberse beneficiado históricamente de él, en inventar conspiraciones en su contra frente a sus tropiezos, en eso de considerar que su gestión es histórica, la más grande y extraordinaria, en que todo lo malo es culpa del pantano de los políticos del pasado, de sus rivales electorales.
SACIAMORBOS
Con la negación del derecho a la salud que ha implicado el tropezado nacimiento del Insabi, sumado a la represión contra migrantes en la frontera sur, la Comisión Nacional de Derechos Humanos podría tener ya sus primeras exigencias de medidas cautelares, y el camino a un par de recomendaciones. La CNDH la encabeza ahora una fan del presidente AMLO.
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