Hace unos días revivió el debate sobre “los arrepentidos”, aquellas personas —pero sobre todo personajes— que votaron por López Obrador en el 2018 y hoy admiten que se equivocaron, que les ha decepcionado. En respuesta, quienes advirtieron en la campaña que AMLO se convertiría en este autoritario ineficaz se burlan con reproches. En ambos bandos hay figuras famosas y relevantes.
Las dos posiciones se han sintetizado en sendas frases. “No podía saberse”, dicen los que se arrepienten, argumentando que AMLO prometía otra cosa. “Sí podía saberse”, les contestan reclamándoles sus posiciones intelectuales a favor del hoy presidente de México.
El 26 de mayo de 2020 en estas Historias de Reportero abordé este tema (“El linchamiento de los arrepentidos” https://bit.ly/41joAP8). Mi opinión no ha cambiado: haber creído en AMLO es un falso pecado. “Frente a las lamentables gestiones del PRI y el PAN, era perfectamente entendible buscar sacudirse la corrupción y la violencia buscando una tercera ruta. En campaña, AMLO fue lo suficientemente vago en sus definiciones políticas para no perder a los duros y ganar a un buen tramo de los moderados”.
Pienso que la gente puede equivocarse. Pienso que mentes brillantes y comprometidas pueden fallar. Pienso que es valiente reconocerlo y pienso que seguro son muchos más, pero no se atreven o no quieren reconocer.
Es cierto que entre “los arrepentidos” hay algunos personajes que no toleran el error ajeno, que fustigan hasta la saciedad cualquier yerro en el otro, que no admiten que alguien más pueda equivocarse genuinamente ni le dan valor a la disculpa. Pero no por eso merecen ser juzgados con la misma vara. Si no existieron oscuras motivaciones económicas o políticas (que merecerían discusión aparte) detrás de su equivocación de creer en AMLO en 2018, un error —por garrafal que sea— lo comete cualquiera. Que lo reconozcan suma. Y ojalá no se vuelvan a equivocar.
Hace tres años publiqué: “Haber votado por alguien no te quita el derecho de reprocharle, exigirle, criticarle; de hecho, a mi manera de ver, le da un peso específico distinto”. Me parece relevantísimo en la discusión pública el rosario de excolaboradores de López Obrador que se han dado cuenta de la traición y el desastre. Exsecretarios de Estado, exintegrantes del gabinete y del partido, intelectuales, académicos, periodistas, feministas, artistas, defensores de derechos humanos y un largo etcétera. Gente que estuvo con él, que hizo campaña con él, que lo apoyó y que hoy frente a la realidad, denuncia con verdad. Desde mi punto de vista, “los arrepentidos” no deben ser estigmatizados ni descalificados, sino por el contrario, incorporados al amplio listado de pruebas y testimonios que dan cuenta de la debacle que ha significado el obradorato.
SACIAMORBOS. Saliva para que resbale el escándalo. Ante una investigación periodística profesional que muestra que las cosas no han cambiado —que el sistema de tráfico de influencias sigue funcionando, con un modus operAndy en el que los cercanos al poder se quedan con el dinero que debería de ser para el pueblo—, el presidente habla como si realmente hubiera acabado con ello, con un grado de cinismo en el que se da el lujo de acusar a “sus adversarios” de hacer lo que ahora él hace. Ni siquiera se molesta en dar explicaciones. Descalifica, insulta, calumnia. A la ciudadanía que le creyó, que le compró la idea y votó por él, aún harta de que esto siga pasando, ninguna explicación, nada más allá del “no somos iguales”.