Para ser un presidente obsesionado por su lugar en la Historia, López Obrador comete muchos errores. ¿Cómo va a juzgar la Historia su tibieza frente a la invasión de Rusia a Ucrania, su normalización ante esa y otras dictaduras, su falso sentido de la imparcialidad?

En el desfile militar conmemorativo de la Independencia de México, este 16 de septiembre, desfiló un contingente del ejército ruso, condenado internacionalmente por la invasión a Ucrania y las atrocidades cometidas en ese país. México normaliza las acciones del ejército ruso: son iguales Rusia y Ucrania, víctima y victimario, dictadura y democracia.

Así lo piensa López Obrador. Otra muestra. El 30 de marzo de 2022, unas semanas después de que Rusia invadió a Ucrania, le preguntaron a AMLO su opinión sobre Vladimir Putin: “pues es un dirigente… yo no califico a nadie… no es la política de México insultar a nadie… le tenemos mucho respeto al presidente de China, al presidente de Rusia, al presidente Biden de Estados Unidos”. Al presidente Volodimir Zelenski de Ucrania ni lo mencionó. Para él, Biden y Putin están en el mismo casillero, si no es que incluso Putin está mejor ranqueado que Biden.

En la conferencia mañanera, se han registrado más condenas contra Estados Unidos que contra Rusia. A Putin no se le toca. Tampoco al dictador de Cuba, al de Venezuela o al de Nicaragua. Pero contra Estados Unidos incluso ha jugueteado con la idea de quitar la Estatua de la Libertad.

Si López Obrador fuera imparcial cuando se trata de tener principios y convicciones, sería criticable. Porque frente a los atropellos, la imparcialidad es parcial. Beneficia al poderoso, al agresor. El propio López Obrador ha sido beneficiario de esta falsa imparcialidad. Por eso tanto sus fanáticos como quienes le hacen el juego, disfrazados de imparciales, refunfuñan cuando se exhiben tales incongruencias. Pero en política exterior López Obrador no es imparcial ni es respetuoso de lo que pasa fuera.

López Obrador no aplica la Doctrina Estrada de no meterse en los asuntos de los otros países. Dice que la aplica cuando la necesita. Dice que la aplica cuando sus amigos quedan exhibidos en sus tropelías. Doctrina Estrada para no hablar de la represión del régimen cubano, para callarse la boca ante los asesinatos del régimen de Ortega, para hacerse de la vista gorda frente a la dictadura en Venezuela. Doctrina Estrada para el genocidio de Putin en Ucrania, para el asesinato y encarcelamiento de sus opositores. Pero la Doctrina Estrada se desvanece cuando se trata de meterse con todo en la política de Perú y abogar por el izquierdista Castillo, para meterse con todo en Bolivia y defender a Evo Morales.

No es imparcialidad ni respeto ajeno. Es cinismo. Descaro. Y allá los que deciden creerle. La Historia lo está esperando al final del camino, y ya se frota las manos.

SACIAMORBOS

No dejo de pensar en que el presidente sabía perfectamente lo que iba a desatar la participación de un contingente del Ejército ruso en el desfile militar mexicano. Lo sabía y lo dejó pasar. Porque le gusta que se hable de cosas que no tengan impacto en su base electoral. No importa caer en su trampa. Lo que toca es dejar registro.

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