El viernes, el presidente López Obrador confesó involuntariamente otra perla que exhibe la falta de independencia de la Fiscalía General de la República. En su conferencia mañanera de ese día, se ufanó de que él ya sabía que iban a hacerse públicos los videos en los que aparece su hermano recibiendo paquetes de dinero:
“Desde hace como cinco días o seis, porque me buscó David León preocupado porque había recibido una llamada donde le advertían que iban a salir estos”, presumió.
Si hacemos cuentas, esto quiere decir que el presidente sabía desde el sábado o domingo anterior de los videos de su hermano recibiendo cash y siendo grabado por David León, funcionario estrella de su gobierno, nombrado zar anticorrupción para la distribución de medicinas. Curiosamente, ese mismo domingo por la noche “apareció” publicado en YouTube el video del caso Lozoya en el que se exhibe a los operadores de los entonces senadores panistas Francisco Domínguez y Jorge Luis Lavalle recibiendo maletas con dinero efectivo.
En la narrativa del obradorismo, los videos de Pío López Obrador buscan “tapar” el escándalo del video de Lozoya. En realidad, a confesión del propio presidente, fue al revés. Y no sólo eso, a los tres días de que “apareció” el video del caso Lozoya en YouTube, se filtraron los detalles de la declaración del exdirector general de Pemex.
Según la confesión del presidente, esta sería la línea de tiempo: sábado o domingo se enteró de que serían publicados los videos de su hermano; domingo, “aparece” el video del caso Lozoya en YouTube; miércoles, se filtran los detalles de la declaración de Lozoya, y es hasta el jueves en la noche que revelamos en Latinus los videos y el audio de los tejemanejes de Pío López Obrador y David León Romero.
¿Qué nos dice todo esto? Que hubo una operación política desde Palacio Nacional para tratar de combatir el impacto de las imágenes del hermano del presidente recibiendo un sobre y una bolsa con dinero en efectivo, usando elementos de la investigación del caso Lozoya para filtrarlos a toda velocidad a la opinión pública.
El presidente dice que, con los videos de su hermano, sus “adversarios” (esa permanente insultante conspiración) querían que se viera que son iguales: corruptos del pasado y corruptos del presente. Pero sus propias palabras, al analizar la línea de tiempo, exhiben que hubo una operación política desde Palacio para que sus “adversarios” parecieran tan corruptos como su propio hermano.
No hay duda alguna de que la corrupción reinó en el pasado. Qué bueno que el presidente esté resuelto a combatirla. Lástima que él manche esta lucha usando a la Fiscalía para subir en las encuestas. Lástima que sólo combata la corrupción de sus adversarios. Ganaría legitimidad si no minimizara y justificara las acciones corruptas de sus cercanos.
Por cierto, en una respetuosa carta enviada a propósito de la columna de ayer, el hoy senador Manuel Velasco confirma que sí fue el primer gobernador que se reunió con López Obrador cuando era presidente electo, porque entonces encabezaba la Conago. Expresó que Chiapas fue el cuarto estado en el que el entonces candidato presidencial priista, José Antonio Meade, recibió mayor porcentaje de votación. Y reiteró que David León, quien grabó al hermano del presidente AMLO cuando le entregaba paquetes de dinero, no era funcionario público en ese momento, frente a lo citado aquí en el sentido de que así se ostentaba y que era conocido por ser su operador político.
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