Mujeres de todas las edades y condiciones socioeconómicas, organizaciones feministas, papás de niños con cáncer a quienes les recortaron las quimioterapias por austeridad, pacientes con VIH a quienes les recortaron los antivirales por austeridad, directivos de hospitales que denunciaron el desabasto de medicamentos, médicos y enfermeras que se quejan de no tener tapabocas ni guantes para enfrentar el coronavirus, científicos a quienes les recortó el presupuesto, madres que dejaban a sus hijos en guarderías y estancias infantiles, trabajadoras de estas estancias, usuarios de comedores comunitarios que se quedaron sin alimento, comunidades indígenas que se oponen a un tren que rasurará la selva maya, familiares de víctimas del crimen organizado que le piden una cita y no se las da para no exponer su investidura (después de Badiraguato, el chiste se cuenta solo), ejidatarios que están en contra de que construya una central termoeléctrica porque temen quedarse sin agua, padres de familia que protestan porque no quieren que la CNTE sea la mandona en la educación en México, empresarios de todos tamaños, cualquiera que denuncie a un corrupto dentro de su gobierno o partido, cualquiera que ironice sobre la rifa de avión que no incluye ganar el avión, organizaciones de la sociedad civil que denuncian corrupción, organizaciones de la sociedad civil que exhiben que su estrategia contra el crimen ha generado más muertos, organizaciones de la sociedad civil que evidencian que hoy se hacen más compras sin licitación que antes, alcaldes que le piden cita y a quienes recibe con gases lacrimógenos a las puertas de Palacio Nacional, algunos gobernadores que no quieren que los mangonee, artistas que se quejaron por el recorte al presupuesto cultural, funcionarios públicos de organismos autónomos, funcionarios públicos que se atrevan a hacerle observaciones (ni siquiera críticas), deportistas a quienes recortaron las becas, ricos o cualquiera que tenga dinero, policías federales que protestaron porque no quieren volverse militares, migrantes que desean un futuro mejor en Estados Unidos, periodistas y medios de comunicación críticos tanto nacionales como internacionales, intelectuales que lo cuestionan, encuestadores cuando reflejan que su popularidad va a la baja, ambientalistas que protestan por la construcción de una refinería, agencias calificadoras internacionales que evalúan los tropiezos de su política económica, ex presidentes de México, partidos de oposición y sus integrantes, ciudadanos que marchan para protestar por el rumbo de su gobierno, economistas que evidencian que son falsas las cuentas alegres de producción petrolera, trabajador de la salud que le quiere tomar la temperatura o le ofrece gel antibacterial para frotarse las manos, estudiantes que le contestan en un mitin que no han recibido sus becas, personas con discapacidad que le contestan en un mitin que no han recibido los apoyos prometidos.
Esta es una lista incompleta de quienes han sido objeto de calumnias, insultos, injurias, descalificaciones, burlas, por parte del presidente López Obrador, y que seguramente hubieran querido recibir de él un trato equiparable al que brinda a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera (con quien ha expresado públicamente su empatía al menos en un par de ocasiones), su hijo (a quien ordenó liberar minutos después de su captura), su señora madre (a quien le gestiona con Estados Unidos una visa humanitaria para que pueda ver a su hijo) y sus abogados (a quienes les consigue citas con secretarios de Estado para ver si logran su deseo de traer de regreso a una cárcel mexicana al líder del cártel de Sinaloa).
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