¿De verdad esperaban que pasara otra cosa? Me extrañó mucho que las voces fanáticas del presidente López Obrador se dijeran sorprendidas —incluso indignadas— por la decisión de la Fiscalía General de la República de exonerar al secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos. Era obvio que eso iba a suceder.
Desde que el 17 de noviembre del año pasado se anunció que México había llegado a un acuerdo con Estados Unidos para que el Departamento de Justicia devolviera al general y suspendiera el proceso en su contra para dar paso a una investigación de la FGR, quedó claro que el presidente López Obrador, su canciller Marcelo Ebrard, su fiscal Gertz Manero y su general secretario Crescencio Sandoval habían tejido una operación de Estado para despejar de cualquier cargo al alto mando militar imputado.
De inmediato se supo, en medios mexicanos y estadounidenses, que la detención del militar parecía infundada para el gobierno de López Obrador y no había contado con el aval de Donald Trump y su yerno Jared Kushner. Es decir, la mesa estaba puesta para que el presidente de México aprovechara su gran relación con el mandatario estadounidense y le pidiera el regalo.
Por si no bastaran elementos, al llegar a suelo mexicano al general Cienfuegos le leyeron una hojita de trámite y lo dejaron ir a casa. El ministerio público federal le ratificó en persona lo que había adelantado en la mañanera el canciller Ebrard: en México, Cienfuegos era un ciudadano libre.
Que Cienfuegos sería exonerado era una obviedad. Más aún por su cercanía con el actual secretario de la Defensa, pilar del gobierno obradorista: si Cienfuegos era culpable, imposible que no lo fuera Sandoval, quien el sexenio pasado fue su operador. Era sólo cuestión de tiempo.
El jueves por la noche que se oficializó la exoneración del exsecretario, hubo todavía un tímido intento de los propagandistas oficiales por no cargar el costo político del perdón al presidente AMLO sino al fiscal Gertz, con el argumento de que la Fiscalía es autónoma e independiente. Quedaron ridiculizados a la mañana siguiente cuando el presidente en Palacio Nacional lo dejó claro: él personalmente avalaba la determinación de la FGR. Una vez más, la Fiscalía General de la República tocó la partitura que le mandaron de Palacio Nacional. Así ha sido durante los dos años del sexenio.
Los propagandistas del presidente se llevaron un doble golpe de realidad: en contra de sus mal-calculados anhelos políticos, el general fue exonerado; y en contra de su repetido discurso, la Fiscalía no es autónoma.
SACIAMORBOS
1.- La radicalización del discurso del presidente López Obrador hacia Estados Unidos despierta las sospechas de si en el fondo se está construyendo una nueva cortina de humo, muy usada por regímenes izquierdistas radicales: la lucha contra el imperialismo yanqui. Con esa se han logrado camuflar algunas de las más atroces transformaciones autoritarias de gobiernos corruptos e ineficaces. La descomposición económica que acarree puede ser brutalmente dolorosa.
2.- El presidente sigue sin responder una pregunta central: por las millonarias inversiones de Sedatu alrededor de su rancho La Chingada (construirá parques, ciclovía, vialidades, con dinero público), ¿va a aumentar la plusvalía de sus terrenos, sí o no? Así de sencillo.