Dos ministras de la Suprema Corte de Justicia pidieron cita para ver al presidente López Obrador. No dudó en abrirles un espacio en su agenda. A fin de cuenta, son “sus” dos ministras: él las nominó, son amigas cercanas hasta en plan familiar y se mantienen leales a las instrucciones de Palacio. Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz cruzaron la calle para ver en su oficina al presidente de México. Lo que ahí se acordó, según contaron ambas en distintos círculos, rompió lo que se apuntaba como un terso derrotero de la sucesión del ministro Arturo Zaldívar, que termina su mandato como presidente de la Corte al final de este año. Fue una sacudida al tablero.
Según contaron las ministras en varios círculos del propio Poder Judicial a los que he tenido acceso, el presidente López Obrador les dijo que él quería que la nueva presidenta de la Suprema Corte fuera la ministra Esquivel, esposa de su constructor favorito, José María Rioboó. Que desde Palacio Nacional se haría todo lo posible por apoyar a la ministra Yasmín Esquivel, que pondría a sus operadores políticos a trabajar.
La Presidencia de la Suprema Corte se elige por votación de los once ministros que la integran. Los votos entre ellos forman parte de un toma y daca de lealtades que muchas veces se juegan con años de anticipación y en no pocas ocasiones se traicionan.
Hasta antes de que el presidente tuviera la reunión con las dos ministras, había tres grupos entre los once togados. Un primer grupo, los más cercanos al actual presidente de la Corte y en esa medida, coordinados con el gobierno: Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y el propio Arturo Zaldívar. En este grupo de pronto ha estado Juan Luis González Alcántara Carrancá, aunque recientemente tomó distancia. Un segundo grupo interno lo conforman los ministros de carrera judicial: Alberto Pérez Dayán, Luis María Aguilar, Norma Piña y Jorge Mario Pardo, más bien confrontados con el gobierno y en de esta manera, contrapeso del presidente de la Corte. Y el tercer grupo son Margarita Ríos Farjat ―que pintó su raya con López Obrador al poco tiempo que la postuló― y Javier Laynez, ninguno con buena relación con el ministro presidente.
Está por verse si estos grupos se van a volver bloques de votos en torno a una candidatura para presidir la Corte. Lo cierto es que la favorita del presidente para suceder a Zaldívar, Yasmín Esquivel, no es una ministra popular entre sus pares. No la ayuda lo que ha demostrado en las ponencias y debates, no le sirve la dependencia de López Obrador cuando se supone que la Corte es autónoma, y su esposo es más que una piedra en el zapato. De arranque, no parece favorita en la carrera. Vamos a ver hasta dónde le alcanza la operación política a López Obrador, porque hay que tomar en cuenta que quien ocupe la próxima presidencia de la Corte le tocará el ocaso de AMLO y dos años de quien lo suceda en el cargo. Esa ecuación diluye el peso del titular del Ejecutivo en la pelea por la sucesión del titular del Judicial.
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