En la recta final de mayo pasado, el presidente López Obrador recibió en privado un revés que no esperaba. Había invitado a desayunar a Palacio Nacional el 20 de mayo a los cuatro ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que considera cercanos: Arturo Zaldívar, Yasmín Esquivel, Juan Luis González Alcántara Carrancá y Margarita Ríos Farjat. El primero, a quien López Obrador impulsó para llegar a ser presidente de la Corte. Los otros tres, los directamente nominados por él.

A la cita, sin embargo, sólo llegaron tres. Margarita Ríos Farjat se disculpó inicialmente diciendo que estaba encerrada en su natal Nuevo León, por la pandemia, pero luego mandó en su lugar algo que el presidente López Obrador no imaginó, no quiso, no esperaba. A través de un correo confiable, la que fue titular del Servicio de Administración Tributaria (SAT) al arranque del sexenio le hizo llegar al presidente AMLO una carta privada en la que dejó claro que no podía seguir contando con ella como colaboradora, que ya no era su jefe, que como ministra de la Corte era independiente, autónoma, y que, como tal, consideraba que ir a un desayuno de “grupito cercano” a Palacio, era una señal política equivocada. Y que, además, estaba en contra de la extensión de mandato del ministro Zaldívar y también de que el consejero jurídico, Julio Scherer, fuera el interlocutor con el Poder Judicial.

En síntesis, Margarita Ríos Farjat se le volteó al presidente.

Cuando el primer círculo de colaboradores del presidente López Obrador supo de la carta y el desdén que implicaba su ausencia en el desayuno, de inmediato culpó a Alfonso Romo, exjefe de la Oficina de Presidencia y quien se mantiene como enlace entre el empresariado y el gobierno federal. Él, regio también, fue el “padrino” que llevó a Margarita Ríos Farjat al SAT y luego la impulsó a la Suprema Corte. Pero el propio Romo ya dejó el gobierno.

La llegada de Ríos Farjat a la Corte fue un huracán. Primero, por repetir la práctica que el obradorismo criticó en el pasado: que funcionarios saltaran a ministros gracias a su cercanía con el presidente en turno. Y segundo, porque trascendió una serie de desplantes que levantó más de una ceja en las oficinas de la Corte: pidió que varias veces le fueran a tomar la foto oficial, cambió varias veces el formato de su apellido en su identificación (el Ríos-Farjat, con y sin guión), se quejó hasta con el presidente de la Corte de que le había aparecido un pedacito de plástico en la sopa en el comedor de los ministros, armó un escándalo por alguna falla en la camioneta que le asignaron para uso familiar y pide que le graben podcasts privados con las resoluciones que le propone su equipo porque no es muy afecta a leer.

Todo esto me lo relatan varias fuentes muy bien informadas. Ya veremos cómo terminan acomodándose las cosas.

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