Parece que Marcelo Ebrard se quedó sin alma desde la noche de la Línea 12. En sus apariciones públicas parece un fantasma de aquel “todas-mías” que operaba y resolvía cuanta bronca brincaba en el gobierno del presidente López Obrador. La foto de ayer al lado de Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, buscaba contrarrestar las versiones de que los dos no se llevan bien. En la imagen, no podían lucir más tiesos: desde esa noche del 3 de mayo, Ebrard no parece cómodo ni consigo mismo.

Al día siguiente de las elecciones, llega a México la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Aterriza ya muy noche. Su agenda política será el martes. La visita ha desatado toda suerte de especulaciones.

Por un lado, un amplio sector —no sé si más como fruto del deseo que del análisis— piensa que la vicepresidenta viene a leerle la cartilla a López Obrador. A hablarle sobre las preocupaciones estadounidenses por sus desplantes autoritarios, por sus ataques a la democracia, a advertirle que la potencia no tolerará esos arranques al sur de su frontera.

No creo que nada de eso vaya a suceder. Imagino más bien una visita protocolaria en la que, sin duda, el asunto migratorio será el eje central. Si en algo se pone ruda la vicepresidenta (que dicen que sabe cómo ponerse ruda), será en esa negociación. Esa es su tarea, esa es su preocupación y por eso tiene que rendir cuentas ante su electorado y ante su jefe, el presidente Joe Biden.

Por ello, tampoco coincido con quienes —del lado del presidente AMLO— piensan que la visita es un espaldarazo al obradorato, una suerte de ¡mentís! a todo aquel que cuestiona el derrotero del sexenio y los disparates de Palacio.

Claro que hay preocupaciones en Estados Unidos. Y los arranques antidemocráticos son una de ellas. Pero también el tema de los agentes de inteligencia en territorio mexicano, los temas de seguridad y terrorismo, la política de brazos caídos ante el crimen organizado, la política energética, la política laboral, el TMEC, y el medio ambiente. Pero también México no es una prioridad para la administración Biden. Con el Covid, la oposición republicana, los pendientes ante el racismo, más China, Rusia, Irán, Israel-Palestina… ni siquiera creo que México esté en el Top-10 de sus tareas.

Por eso, y porque la administración Biden ha demostrado que juega con el librito tradicional, no me imagino escándalo en la visita.

Pero por la fecha, ¡y qué fecha!, cada gesto de la vicepresidenta desatará toda suerte de especulaciones.

SACIAMORBOS

En varios sectores de las Fuerzas Armadas se piensa que lo del general Cienfuegos fue una petición del presidente de México al entonces presidente de Estados Unidos de un doble favor. El primero fue detenerlo, y por eso su reacción virulenta del día siguiente a la aprehensión, hablando de la corrupción del pasado. El segundo favor fue soltarlo, y por eso dos días después del arresto cambió totalmente el tono de sus declaraciones, porque el Ejército, empezando por su propio secretario de la Defensa, arropó al general.


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